La muestra es inaugurada este martes y hasta el próximo día 28 en el museo del Paseo de Revellín
Abril es siempre una promesa: una promesa de renovación, de frescura, de agua y brisa suave, de primeros perfumes florales, mimosas amarillas, jacintos rosados y narcisos avioletados, de alegría y color. Como se ha dicho a veces, si todo esto se pudiera expresar en palabras, no existiría el arte. Pero el arte existe, y es imprescindible para expresar emociones y sensaciones, estados de ánimo que difícilmente mil palabras podrían.
Y la prueba de que el arte existe la tenemos en la obra pictórica de Antonio San Martín. El artista gaditano afincado en Ceuta nos regala en cada una de sus exposiciones una verdadera explosión de color, lirismo, alegría de vivir. El Museo de Ceuta, en el que el artista ya ha expuesto diversas veces, en esta ocasión va a acoger cuarenta obras de pared entre lienzos y cartones, a los que se suma, como colofón, un biombo de madera pintado con la misma técnica, los acrílicos.
Hay muchos modos de que el color nos impacte: puede llegar de modo agresivo y violento, por contrastes fortísimos, a lo Jasper Johns o De Kooning, por poner un ejemplo; o puede rozarnos apenas como un suave velo de seda con transparencias y levísimas tonalidades, como las obras de Zóbel o de algunos japoneses; pero también puede emocionarnos de un modo tranquilo, equilibrado: las obras de Antonio exhiben esa alegría moderada, controlada; regida por un orden compositivo que siempre manifiesta contraposiciones de luz y color.
Las composiciones están dominadas por unos principios de armonía que evitan discordancias, impidiendo que el color se derrame y pierda su efecto. Los negros, grises y pardos siempre presentes en mayor o menor medida, junto a los luminosos blancos puros, controlan la unidad compositiva de tal modo que sirven de contrapunto o eje, según cada caso, al conjunto, que, de otro modo, podría pecar de distorsión, o ser agresivo en exceso. Pero no hay excesos en la obra de Antonio: el equilibrio y la armonía siempre predominan en todas sus piezas.
Pequeñas texturas, a modo de pattern, suelen encontrarse entremezcladas por alguna parte de cada obra, como recordándonos el mundo figurativo que libremente Antonio deja a un lado, para sumergir al espectador en el puro gozo del color, en mundos imaginarios donde los poderosos rojos bermellón, con breves toques de magenta, los ocres amarillos o esos bellísimos azules mar y cielo, tan comunes en el Mediterráneo, bañan la mirada con sus contraposiciones, a veces fuertes, dramáticas, y a veces sutilísimas, donde la pulcritud, la armonía y la sensualidad se expanden desde el lienzo o el cartón y envuelven la mirada del espectador, asombrado ante tanta belleza.
Estas obras están provistas de una gran profundidad, de aire y espacio virtual, que coloca en primer plano unas zonas y en diversos planos las demás, con lo que las manchas se superponen, se solapan, se acercan o se alejan…un espectador curioso puede imaginar muchas cosas: a veces bodegones, flores, fruteros llenos de suculentas piezas; a veces parecen sugerentes paisajes, con torres, minaretes o simples casas de adobe que reflejan con su blancura los dorados rayos del sol.
Otras veces, entrevemos algunas figuras, quizá un perfil, quizá un ave, quizá…¿no es maravilloso lo que puede contener el dibujo y el color, sabiamente combinados? ¿Cuántos mundos hay en esas obras? Incontables, porque cada mundo está en nosotros, espectadores jubilosos ante la posibilidad de abrir la puerta a nuestra imaginación, darle alas y volar. Y Antonio San Martín con su poderosa magia consigue que traspasemos el espejo, como Alicia, y miremos el mundo del otro lado de lo cotidiano: consigue que soñemos con sus obras, en ese mundo lírico pleno de color.
Es una persona encantadora que te hace sentir y conocer el valor humano a través de la pintura. Cuando le preguntas el significado de un cuadro, tiene todo el tiempo del mundo para explicártelo con detalles y tu sientes la transmisión del calor y la energía que lleva dentro. No solo hay que ver sus cuadros, sino pedirle lo que ha querido decir con esa pintura. Es algo maravilloso.