El presidente de la Ciudad, Juan Vivas, se pronunció ayer sobre el asunto de los Menores Extranjeros No Acompañados y el tratamiento que se da en dos ciudades erigidas en frontera sur de Europa y, por tanto, receptoras de una inmigración infantil que no cesa, marcada, además, por sus penurias.
Vivas fue mucho más comedido que otras autoridades que debieran aprender de él, porque ante todo habló de una máxima: hay que defender los derechos del menor. Después de esto, podrán hablarse de otros asuntos. Lo primero nunca debe olvidarse ni, mucho menos, arrinconarse.
En este panorama, el presidente de la Ciudad ha defendido la entrega de estos menores a sus familias, abogando por su retorno puesto que “donde mejor están es con sus padres”. Algo lógico: el presidente nada descubre al aseverar de manera firme que donde deben estar los menores es con sus progenitores.
Pero hay un matiz: esto hay que defenderlo, sostiene Vivas, dentro de las competencias de cada Gobierno, sin lanzar mensajes que puedan ser malinterpretados o que se conviertan en compromisos inalcanzables. Ceuta y Melilla, con la obligada implicación de Europa y del Gobierno de la Nación, deben buscar soluciones para que la situación se reconduzca a unos límites controlados, pero siempre defendiendo que esos niños no pasen ni penurias y, de ser retornados, sea con todas las garantías. Lo dice la ley, son derechos humanos que no debemos olvidar, que hay que respetar y que deben pesar sobre cualquier otro asunto.