Nunca he compartido eso que por ciertos sectores se ha dicho de que Bourne era la marca blanca de James Bond. Más bien se trata de la adaptación del siempre atractivo género de espías a la época que vivimos, de acercar con naturalidad una saga con tirón al tiempo del espectador y a lo que éste demanda. Jason Bourne es Jason Bourne, no James Bond, ni tampoco pretende serlo, y en las últimas entregas del agente 007 podemos comprobar que es éste último el que intenta modernizarse ante el aliento de la competencia en el cogote.
Tras un paréntesis en la saga por parte de director y actor protagonista (tampoco estoy de acuerdo con que Jeremy Renner sea la marca blanca de Matt Damon, y ‘El legado de Bourne’ es una muy decente entrega), el dúo Greengrass-Damon vuelve a escena para su tercera entrega juntos, quinta en total de toda la saga. La acción comienza sin muchos rodeos en lo que se antoja un episodio de transición en el que el famoso desmemoriado ya ha recuperado sus recuerdos, pero no va a ser capaz de avanzar demasiado en las múltiples preguntas que aún le persiguen sobre su pasado. Con un argumento menos complejo que las anteriores, y también más predecible, Jason Bourne (la fórmula de darle a la película el nombre y apellido del personaje, por extraño que parezca, aún estaba libre) no va a recolectar muchos seguidores neófitos, pero saciará en gran medida los intereses de los que sigan esta propuesta por capítulos desde sus comienzos. Además, las dosis de tensión, los saltos turísticos entre rincones del mundo que nos brindan los acontecimientos y las magistrales persecuciones, junto al gran hacer técnico de un director especialista en la materia, todo ello sello de identidad de la marca, están absolutamente garantizados. El actor principal se muestra en forma física y construye con credibilidad a un Bourne que se ve sumergido en una reconocible trama de hackers, filtraciones ‘a lo Snowden’ de información clasificada y poderes en la sombra a los que no interesa que la verdad salga a la luz. Poco más debe decirse de la historia, excepto que veremos de una u otra manera como antagonistas al veterano Tommy Lee Jones, en un papel que recuerda al que ya interpretó en ‘El fugitivo’, y a Vincent Cassel, que alterna con naturalidad papeles de héroe y de villano en sus incursiones en el cine de acción; Alicia Vikander completa el trío de chinas en el zapato de los planes para desaparecer del mapa del exespía en apuros. Más que una secuela, estamos ante un nuevo eslabón de esta cadena que cumple lo que se espera de él mientras nos empezamos a preguntar, sobre todo tras sus muy convencionales últimos minutos de metraje, si la cosa no empieza a dar ya pequeñas señales de cansancio. Damos por seguro que lo comprobaremos…