En plena playa de la Almadraba, en plena oración con motivo de la salida de la Virgen del Carmen, el padre José Manuel lanzó la pregunta que a mí, particularmente, me llegó al corazón.
¿Por qué no hay sitio para todos en este mundo? Exacto, por qué no lo hay. Nos hemos creado una coraza ante el gran drama humano de la inmigración. Somos muchos los que sufrimos cuando nos llegan noticias de muertes que se producen en nuestras costas o en nuestra valla, cuando acudimos a entierros de desconocidos cuyas familias no saben de su destino, cuando tenemos que elaborar unas crónicas preñadas de dolor. Dolor por el que muere, pero dolor también por quien es insensible al drama de los demás, a la muerte de quienes tan solo se diferencian de nosotros en que nacieron al otro lado de la frontera. Nada más. Somos afortunados, pero unos necios egoístas incapaces de entender la suerte que se nos regala día a día.
¿Por qué, Virgen del Carmen, por qué tanta muerte en el Estrecho, tanto dolor, tanta injustica? Gracias padre por acordarse de los inmigrantes en su oración, por tenerlos en cuenta a esos hombres, mujeres y niños que vienen a morir a nuestras costas, a aquellos que quedan en el camino, a los que viven atrapados en un mundo equivocado, el mundo que hemos construido los humanos empecinados en separar a ricos de pobres, a unos de otros, estableciendo criterios que hemos impuesto para que el sistema nunca cambie y funcione como nosotros queremos.
¿Por qué tanto sufrimiento, por qué tanto dolor y desesperación? La Reina de los mares es también su Reina, la Patrona del mar, la Patrona que bendice unas aguas que atrapan ya demasiada muerte.