Y, avanzada ya la segunda década del siglo XXI, pareciera evidente que la época medieval hace ya siglos que quedó atrás y, con ella, todo el entramado clásico de instituciones para gobernar a los pueblos que vino a denominarse Monarquía, a saber: Según la RAE (Real Academia de la Lengua Española) del latín monarchĭa, y del griego μοναρχία monarchía. «Organización del Estado en la que la jefatura y representación supremas son ejercidas por una persona que a título de rey, ha recibido el poder por vía hereditaria y puede transmitirlo del mismo modo».
Y, se nos antoja, que si la soberanía de la nación reside en el pueblo, es este mismo pueblo el que debe decidir en el ejercicio de su propia libertad: "Elegir al Jefe del Estado que nos represente y elija al Gobierno que haya de gobernarnos".
La mayoría de las naciones más importantes del planeta son repúblicas, pongamos: EEUU, Alemania, Rusia, Francia, China, Italia, Brasil o la India, que también se extienden por todos los continentes. No nos parece, por tanto, que la monarquía sea la organización política que esté destinada a prevalecer en el futuro, dado que el mundo civilizado camina hacía un ámbito de mayor libertad y de tolerancia entre los ciudadanos de sus respectivas naciones.
En este grito de libertad que recorre todos los continentes como nunca ha acontecido, parece, a todas luces, que la monarquía como institución, tiene poco recorrido en la nuevas naciones, y sólo queda en algunas -llámese la corona Inglesa y las nórdicas- como meras representaciones decorativas de un tiempo pretérito donde el poder ya no está en su manos, sino en los parlamentos.
Y, si ya hemos apuntado acerca del concepto de la monarquía, señalaremos ahora lo que nos dice la RAE sobre el término República, a saber: «Organización del Estado cuya máxima autoridad es elegida por los ciudadanos o por el Parlamento para un periodo determinado. Por oposición a los gobiernos injustos, como el despotismo o la tiranía, forma de gobierno regida por el interés común, la justicia y la igualdad».
Y, al hilo de estos conceptos y dado la proximidad al pasado 14 de Abril, aniversario de la II República Española, citaremos su nacimiento y su caída a manos de unos militares sublevados.
La II República nacía un 14 de abril de 1931, tras unas elecciones municipales que ganarían en la mayoría de las grandes ciudades del país la tendencia republicana. Bien, que no eran unas elecciones generales, pero el rey con buen criterio y buen sentido de estado, prefirió dada la exaltación del momento histórico, no ahondar en las evidentes diferencias creadas entre los españoles y exiliarse para ver que este nuevo tiempo histórico terminara de aclararse. Fue -en mi opinión- una acertada medida del rey, que supo estar a la altura de las circunstancias del momento y antepuso el posible enfrentamiento de los ciudadanos a sus propios intereses.
La II República* tuvo diversas vicisitudes llenas de dificultades en el corto tiempo de apenas cinco años, que el acoso y derribo de sus enemigos le permitieron subsistir, y que trascurre desde el año 31 al 33; el bienio negro del 34 al 35; y los meses del año 36 del Frente Popular, que sólo pudo gobernar hasta que en julio se produce la asonada militar. La Historia no se puede cambiar, desde luego, y lo que no se puede cambiar es que el general Franco -arropado por buena parte de los medios económicos y del ámbito sociológico más conservadores del país- dio un golpe de estado contra el orden constitucional establecido: la II República. Y, que durante 40 años, el Caudillo -como así fue llamado- instauró una dictadura militar, aboliendo todo partido político, sindicatos, asociaciones y todo atisbo de democracia que no llevara los principios del "Movimiento Nacional"... Y esa dictadura duro hasta el año 1978, donde se votó la Constitución que hoy tenemos sin preguntarnos: ¿qué forma de gobierno deseábamos los españoles? De tal manera que en la Constitución del 78, nos hurtaron a todos los españoles la voluntad de decidir acerca de la forma de gobierno que había de representarnos. Las cosas fueron así, y así han quedado grabadas en las páginas de la historia, si no queremos falsearlas y ocultar la verdad.
La premura por recuperar la democracia y la voluntad del pueblo, hizo que se tomaran decisiones precipitadas; o, acaso, los poderes fácticos del momento, no hubiesen permitido nunca la sencilla pregunta de la forma de gobierno, pongamos: ¿Monarquía o República? De tal manera, que en el proceso constituyente los partidos de izquierdas de manera insensata -partido socialista y comunista- se plegaron -yo diría de manera vergonzante-, a la monarquía parlamentaria que ya venía prefijada como forma de gobierno en el articulado de la "Carta Magna", sin que se opusieran en nada a su redacción, apuntando que había sido producto de un conceso nacional.
Sin embargo, la historia -como la marea en su flujo y reflujo- todo lo devuelve y aquello que no se ha construido con la voluntad popular, al cabo de los años, es revisada y mostrada la pobreza de miras y de ética, percibiéndose lo poco que, en definitiva, les importa a los políticos la voluntad de los ciudadanos.
Se han dicho en estos días por algunos nostálgicos de otros tiempos pretéritos, algunas cosas bastante desacertadas de la tricolor; sin embargo, hay que estar ciegos y allegarse la estulticia, para no darse cuenta que la bandera republicana, es la misma bandera roja y gualda de la monarquía a la que sólo se le ha añadido un color, véase, el morado. Porque el color morado representa el sufrimiento y el dolor del pueblo en todas nuestras tradiciones cristianas, que son muchas y de bastantes siglos; no hay más que ver con qué color se tapan los santos y las imágenes en las iglesias y catedrales cuando llega el tiempo de la cuaresma, y las túnicas que llevan los Nazarenos y los diferentes Cristos que salen en procesión; y, aún recuerdo de la niñez las camisas y los hábitos morados con cordones amarillos que hombres y mujeres llevaban en sus promesas. Por otra parte, también está en nuestras tradiciones el pendón morado de Castilla que representaba la rebeldía de los comuneros frente a los remilgados flamencos que el rey Carlos se trajo de Flandes para ocupar los altos cargos de Castilla. Por consiguiente, la incorporación de la franja morada, trataba de dar a la antigua España de la monarquía, la visión de una nueva España unida a las raíces del pueblo con el color morado tradicional del sufrimiento; y, a un tiempo nuevo que llegaba para llevar a España a la modernidad representada en la II República.
Y, si bien he apuntado acerca de la república y ¿por qué somos republicanos?, sin necesidad de insultar ni dirigir un mal gesto ni expresión, y respetando en sus ideas a aquellos que se consideran monárquicos, he de decir que los diferentes criterios se han de dilucidar con la palabra, con la enorme verdad que tiene la palabra como forma de llegar a las mentes y a las almas. Sin embargo la palabra se desluce y se convierte en algo grotesco, cuando se emplea de mala manera tratando de menospreciar y ridiculizar al contrario en el campo de las ideas.
Cuando unos muchachos han mostrado la bandera roja, gualda y morada en algún balcón de la extensa piel de toro, pongamos en Cádiz, lo hacen asumiendo la historia. Porque -ya lo hemos dicho anteriormente- la historia, como la marea, se va con su flujo, sin embargo, en el reflujo vuelve otra vez al mismo lugar donde la orilla señala la arena de la playa; de tal manera, que si la barbarie de la fuerza reaccionaria de una sublevación militar, arrió la bandera de la II República -recogida en la Constitución de 1931- de las balconadas de los pueblos, el tiempo devuelve, de manera inexorable, los actos terribles donde el poder de las armas impusieron su ley. No se cometió ningún acto de sedición ni ultraje a las banderas que ondeaban en los centros oficiales del país - entre ellas la monárquica- al izar la roja, gualda y morada; sino que se añadió a las demás banderas para festejar el aniversario de la II República. No creo que este sencillo acto a una bandera -que bien al contrario, sí fue en su pretérito día, ultrajada y arrebatada a la legalidad de una constitución en vigor por unos militares sediciosos-, pueda afectar al orden establecido en la Constitución de 1978, cuando perfectamente en su artículo 20 nos habla del derecho a la libertad de expresión...
Sólo los violentos, los pobres de espíritu, los fanáticos, los irrespetuosos, los desesperanzados, los faltos de sensibilidad con el paisanaje; y, claro está, aquellos que no miden sus palabras y reprueban al libre pensador contrario, con palabras hirientes y malsonantes, pueden malgastar la ferocidad de sus palabras con aquellos que pensamos que ya es hora que se haga justicia, y se llame a las cosas con su nombre; pues sólo basta con ir a un diccionario -tal como hemos ido al principio del artículo- y buscar dos palabras, a saber: la una la Monarquía, la otra la República, y verán que en una sobran las urnas para elegir al Jefe del Estado, y en la otra necesitamos el concurso de todos los españoles...
Todos los actos -como hemos dicho anteriormente- que no llevan la impronta de la razón y la fuerza de la justica, están condenados al fracaso. Todo acto de barbarie ejercido por el poder de las armas y financiado por intereses espurios de aquellos que han ostentado el poder político, religioso y económico en España, tienen sus días contados, aunque los días duren mil años.
__ Y, vendrá un día -no tenemos prisa, pues hemos de convencer sólo con la fuerza de la razón y la palabra- que otros muchachos hagan hondear en los balcones de las ciudades de España, la bandera roja y gualda, acompañada del color morado, significando en su evolución, el despertar y el sufrimiento de todo un pueblo...
(*) La II República tiene un periodo inicial constituyente donde se aprueba la Constitución de 1931, y tras la cual se inician unas series de reformas que hace avanzar al país culturalmente, y pretenden modernizarlo con acertados programas de alfabetización a amplios sectores de la población como fueron las zonas rurales. Un "Bienio Negro" 1934-1935 el cual gobernó el Partido Radical de Lerroux, apoyado por la CEDA(Confederación Española de Derechas Autónomas), formación de derechas de orientación católica, que pretendió modificar buena parte de las reformas del primer bienio.
Durante este bienio se produjo la Revolución de 1934 de Asturias, auténtica revolución obrera en la que intervino el ejército a petición del gobierno para que pusiera fin a estos acaecimientos; que si bien el ejército acabó con la insurrección, la República quedó dañada en su prestigio de tal manera, que le fue difícil restablecerse.
En la etapa final el "Frente Popular" -coalición de izquierdas- triunfa en las elecciones generales del año 1936, victoria que apenas puede empezar a gestionar en paz y aplicar su programa de reformas sociales, porque el levantamiento de una parte del ejército el 17 de julio dio lugar a la "Guerra Civil" entre españoles que duraría hasta el 1 de abril de 1939.