Llevamos días hablando del Tarajal. Ediciones en las que la fotografía principal de portada o el titular se dedica a lo que está ocurriendo en la frontera. Videos colgados en nuestras redes sociales que demuestran lo que está ocurriendo en las naves, en el entorno fronterizo, en la propia entrada al Tarajal.
Que cada día la situación se repita y sea igual de sangrante resulta inconcebible. Es, a todas luces, inhumano. Lo es para los porteadores, que terminan pisoteados, agredidos o extorsionados. Lo es para los agentes, unos mandados que se enfrentan a situaciones para los que carecen de medios, para los que ni tan siquiera se puede estar preparado porque lo que sucede en esta parte de Ceuta es de todo menos normal.
Ayer fueron trasladadas al menos cuatro mujeres que habían terminado aplastadas en una avalancha. Estos sucesos fueron más graves, pero se suman a una cadena de incidentes que no paran. Lo que sucede en Tarajal parece no afectar a la ciudadanía, a la que solo le llega una única problemática: las colas. Pero ésta es solo un punto más dentro de un asunto de primer orden, dentro de un problema que no hace sino demostrar que la Delegación del Gobierno con sus ‘vendidas’ relaciones fronterizas está incurriendo en un fracaso día tras día.
Los criterios de control policial que se aplican en las naves varían según el grupo que los imparta; el descontrol que se genera dentro del polígono es imposible de frenar por el número de efectivos existentes, se está exponiendo a policías y guardias civiles a una tensión sin igual, que ellos mismos reconocen que no han visto en otros destinos; por culpa de esas situaciones de merma y de caos se puede incurrir en actuaciones desastrosas que pueden dar pie a consecuencias por las que se pedirá responsabilidad a esos agentes no a sus mandos ni a los responsables políticos. En el otro lado aparecen los porteadores, expuestos a explotaciones que se producen a la vista de todos y los trabajadores transfronterizos, contratados en Ceuta, asegurados... que se están viendo expuestos a un maltrato. Se les retira bolsas de la compra, se les acusa de ser camalos encubiertos... se les cachea cual delincuentes... y así día tras día. ¿Y los empresarios y los transportistas y los trabajadores del servicio público? Atrapados en un conflicto sin solución, en torno al cual se organizan juntas de seguridad de paripé que no aportan soluciones, que son incapaces de abortar las tragedias que a diario se suceden en un paso tercermundista, abandonado durante demasiados años, cuya realidad es la consecuencia de una irresponsabilidad absoluta de la gestión del PP y del PSOE durante sus años de gobierno.