Hace un par de meses encontré en mi fachada una pintada en la que podía leerse “¡Viva Zapata!”. En un primer momento pensé que se trataba de algún exaltado aficionado al cine que tras visionar la película del mismo nombre dirigida por el delator arrepentido Elia Kazan y protagonizada por un Marlon Brandon imposible como líder mexicano, se había lanzado a las calles a dejar garabateado su amor por el filme en cuestión.
Pero luego caí en la cuenta de que se trataba de algo excesivamente cinéfilo para un grafitero y que en realidad la pintada celebraba las ocurrencias del chistoso oficial del ayuntamiento de Madrid, el concejal Zapata, ese que hace gracietas con el holocausto y los ceniceros, las niñas de Alcasser y los miembros desmembrados de Irene Villa. Poco se puede añadir sobre el individuo ese, más de lo que ya se ha dicho, aparte de señalar el doble rasero habitual que la progrez aplica según conveniencia: en unos casos es humor, en otras intolerable intolerancia, xenofobia, racismo, machismo y resto de ismos. Como soy un ignorante en este tipo de “expresiones ciudadanas”, procedí a borrar la exaltación del concejal madrileño pero a principios de este mes resurgió en la misma pared un explicito “sionista”. No es la primera vez que me califican así en foros y redes, aunque no soy judío y nunca he escrito defendiendo explícitamente al estado de Israel, pero ya se sabe que cuando se es crítico con la izquierda, sobre todo con la radical, florecen los insultos y las descalificaciones de este jaez.
He recordado estos hechos tras el acto de judeofobia perpetrado en el festival Rototom de Benicassim donde se prohibió la actuación de un cantante norteamericano de religión judía si este no hacia unas declaraciones expresas en contra del conflicto, un requisito que no se solicitó a los demás participantes. Tras el escándalo internacional que ha supuesto esta discriminación, la dirección del festival ha rectificado y le permite actuar, excusando su actuación en las presiones que había recibido de un grupo de izquierda radical pro palestino llamado BDS y del que temían pudiera “alterar gravemente el normal funcionamiento del festival”, vamos, lo que tradicionalmente se ha llamado matonismo. ¿Y a que no adivinan quien se ha puesto de lado ante todo esto? Pues sí, IU en boca de una eurodiputada, y Podemos (estos últimos han llegado a defender la libertad del festival de elegir a los artistas). Y es que en cuestión de odios, la izquierda radical siempre ha tenido a bien compartir algunos con la extrema derecha.
Sirvan estas letras simplemente como constancia de lo que me ha sucedido ya que al ser hombre, católico (aunque poco practicante) y liberal, soy parte de la estructura dominante y poco se puede hacer por mí, y con respecto a los sucesos de Benicassim, como recordatorio de lo que acontece en una sociedad que resucita ciertos fantasmas. Se puede, y se debe, opinar y defender lo que uno piensa de forma libre, en el sentido que sea, siempre que no utilicemos la fuerza o la intimidación para imponernos.