Caballas surgió hace cinco años para llenar un preocupante vacío en el mapa político de Ceuta que se intuía como una seria amenaza.
No existía una fuerza política que encarnara lo que en su día se dio en llamar el “localismo”. Ser localista no es, exclusivamente, ser una fuerza política que opera en Ceuta. Es una forma de entender la relación de Ceuta con las instituciones del Estado, basada en la permanente reivindicación. Aglutina a los que repudiamos la posición defendida a ultranza por PP y PSOE, según la cual Ceuta es “una cuestión de Estado” y, en consecuencia, todo cuanto se hace requiere el “visto bueno” de Marruecos. Es una ideología que se sintetiza en una frase muy sencilla “para ser iguales”. El miedo (incidente del islote Perejil) y la impotencia (derrota de la lucha por la Transitoria Quinta) barrieron del espectro político la única ideología que sostenía la dignidad de este pueblo. Caballas recuperó aquellas señas de identidad, y las incorporó a un nuevo proyecto político, imbuido del espíritu reivindicativo imprescindible para acometer, con alguna posibilidad de éxito, los formidables desafíos que aún tenemos en el horizonte.
No existía un proyecto político progresista capaz de ofrecer una alternativa a la aplastante hegemonía electoral del PP. Durante dos décadas, la izquierda (en sentido amplio) ha sido un mero espectador de la vida política local. Sangrate paradoja. En la Ciudad con más paro, pobreza y marginación de España, la izquierda no encuentra un espacio para competir. Demasiada miopía. Demasiado egocentrismo. Caballas nació, inicialmente (todavía sin nombre), con la idea de ser un proyecto abierto e integrador en el que cupiera todo aquel que compartiera valores de progreso. No pudo ser. La tentación de mantener pequeños chiringuitos que proporcionen privilegios personales, o simple placer, sigue siendo demasiado fuerte. Es más gratificante ver en la prensa la foto propia, o “probar suerte” para obtener alguna prebenda, que formar parte de una gran fuerza política desde el anonimato.
La tercera base fundacional de Caballas, acaso la más trascendente, es la interculturalidad. Caballas es el espacio político de todos los ceutíes que piensan que la división entre musulmanes y cristianos es el fin de esta ciudad. Sólo desde el reconocimiento de una fusión real, sincera, solidaria y generosa, se podrá construir una Ciudad con futuro. Caballas nace para luchar contra el racismo (en todas sus modalidades e intensidades) y contra los prejuicios arraigados en la conciencia colectiva de los ceutíes desde tiempo inmemorial. En esta dimensión de Caballas, más que de un partido político, podríamos hablar de un movimiento social. La interculturalidad en Ceuta es un proceso revolucionario, que requiere cambios de mentalidad y actitud; y compromisos que superan el ámbito estrictamente político.
Por todos los motivos expuestos, Caballas nació como el enemigo público número uno. Con todo en contra. Una aventura tan apasionante como difícil y arriesgada. Quiero hace un breve inciso para reafirmar mi reconocimiento público a todas aquellas personas valientes que por amor a esta tierra y a unas ideas, se embarcaron en una cáscara de nuez para sortear un maremoto. Nadie quería un triunfo de Caballas. Se percibía como un peligro. La campaña de incansable ofensa e implacable desprestigio fue feroz. No se recuerda nada parecido. Tuvo éxito. Pero solo parcial. Caballas salió con vida del virulento ataque. Magullado pero pletórico de entusiasmo. Y empezó a desarrollar su proyecto. Así lo ha hecho durante cuatro años. Fiel a sus principios. Combinando firmeza, sentido de la responsabilidad y valentía en las proporciones adecuadas. Un mero repaso a las más de doscientas propuestas presentadas en el Pleno durante este periodo, despejan cualquier duda al respecto.
Caballas es, hoy, un proyecto político perfectamente ahormado, solvente, consistente y reconocible. Que ha superado infinidad de trampas, obstáculos, zancadillas. Sin embargo, los enemigos de Caballas no han desaparecido, ni se han dado por vencidos, sencillamente han cambiado de estrategia. Han sustituido el trazo grueso por la sutileza. Conscientes de la dificultad que entraña extender la interculturalidad como una actitud vital en Ceuta, intentan dinamitar el proyecto atizando la división. Difunden entre los no musulmanes que Caballas es “el partido de los musulmanes”, y entre estos, que “Caballas ha traicionado a los musulmanes”. Ambas ideas son mentiras flagrantes y malintencionadas que cualquier análisis de los hechos, mínimamente objetivo, pulveriza al instante; pero que tienen la fuerza del prejuicio fácil de acomodar en mentes simples. El poder establecido maneja con astucia y habilidad estas claves para desactivar Caballas, o mejor dicho, lo que representa Caballas. Preconizar la igualdad efectiva de todos los ceutíes, en un proyecto de Ciudad concebido a partir un conjunto de valores éticos forjados desde la interculturalidad activa, no sale gratis en Ceuta.
El próximo 24 de mayo, Caballas se enfrenta más que a unas elecciones a un examen sobre la viabilidad de la idea que lo inspira. Es la única opción política que representa la interculturalidad como vector fundamental de construcción del futuro. No como un recurso retórico vacío por completo de contenido, sino como un compromiso cierto apegado a la realidad y contrastado en la práctica. Por ello es necesario apelar a las personas con más conciencia y amor a Ceuta. Necesitamos que Caballas supere bien el examen. Será una señal inequívoca de que el único camino posible hacia el futuro, aunque largo, tortuoso y lleno de vicisitudes, aún sigue abierto.