El 1% de la población disfruta de las mejores viviendas, la mejor educación, los mejores médicos y el mejor nivel de vida, pero hay una cosa que el dinero no puede comprar: la comprensión de que su destino está ligado a cómo vive el otro 99%. A lo largo de la historia esto es algo que esa minoría solo ha logrado entender... cuando ya era demasiado tarde".
La frase corresponde al Premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz. Encierra un pensamiento preciso y certero que no puede pasar inadvertido para nadie en mundo actual. La desigualdad es un potente factor de destrucción de la sociedad. Acaso el más potente. Cuando se extrema, es fulminante.
No parece que esta ley histórica sea muy discutible. Y sin embargo, se sigue cumpliendo inexorablemente en una palpable demostración de que el egoísmo prevalece muy por encima del sentido de la responsabilidad. Siempre se hace demasiado tarde.
Si esta reflexión es obligada con carácter general, en Ceuta adquiere vitola de máxima prioridad. Una sociedad fundamentada en la desigualdad es insostenible. Su liquidación es cuestión de tiempo. Quien piense que es posible mantener indefinidamente un equilibrio estable entre una élite privilegiada y una masa menesterosa, ha perdido el juicio.
Ceuta es un evidente paradigma de desigualdad. Conviven íntimamente entrelazadas la opulencia y la miseria en un grotesco magma carente de futuro. La brecha se ensancha paulatinamente ante una indescifrable ufanía popular que deja muy en evidencia nuestra indigente inteligencia colectiva. No es muy explicable el conformismo que embarga a la sociedad ceutí, dispuesta a conservar un estatus quo que supone, en sí mismo, una amenaza cada vez más reconocible.
Una parte muy importante de la sociedad ceutí disfruta de unas condiciones de vida envidiables. Y logran aislarse física y psicológicamente del otro gran segmento de población, que por el contrario, subsiste en el alambre de la precariedad multiforme. Consideran, erróneamente, que es posible perpetuar este modelo de Ciudad. Por eso son virulentamente refractarios a cualquier cambio. Están ciegos. No ven (o no quieren ver) que su futuro está indisolublemente ligado al de todos.
Un comportamiento responsable induciría a promover los cambios necesarios para avanzar hacia el equilibrio a la mayor velocidad posible. Necesitamos otra mentalidad. Otra actitud. Otras prioridades. Otros anhelos. Pero nos quedamos quietos. Inmóviles y abstraídos de la realidad. Puede parecer incomprensible; pero desgraciadamente no lo es. La inmensa mayoría de los que habitan en el lado confortable, son personas con su renta suficientemente blindada. Cuando el ocaso sea definitivo, basta con un simple cambio de residencia. La idea que subyace en esta posición vital es "aguantar mientras las cosas vayan medio bien, y cuando vengan mal dadas, salimos de aquí corriendo..." Es una versión singular del famoso "después de mi el diluvio". Sentimiento de ceutí, cero. Solidaridad intergeneracional, cero. Un aluvión de ciegos y egoístas votando al PP para mantener sus privilegios... mientras dure.