Ceuta necesita imperiosa y urgentemente una renovación. No sólo de personas, ideas o proyectos (que también), sino de su propia esencia. Desde hace demasiado tiempo vivimos en una inquietante indefinición que nos impide avanzar en ninguna dirección conocida. Vivimos en una eterna espera. Nadie sabe que esperamos; pero esperamos. Mientras tanto, las cosas van pasando, los hechos se van imponiendo, las circunstancias nos van derrotando. Poco a poco. Inexorablemente.
El pensamiento dominante en la Ceuta de hoy, depositado en la hegemonía política del Partido Popular, se fundamenta en una recalcitrante resistencia nostálgica a asumir la realidad. Cada vez más anacrónico. Cada vez más absurdo. Cada vez más decadente. La derecha se ha enquistado en la idea de que es posible retornar a la Ciudad que fue Ceuta en los años setenta. Se intentan autosugestionar en la convicción de que cuanto está sucediendo es sólo una pesadilla de la que despertaremos por el simple hecho de cerrar los ojos.
Necesitamos sacudirnos el alcanfor que adorna y protege este degenerado pensamiento. Aunque sólo sea por un elemental sentido práctico de la vida. Carece por completo de sentido seguir educando a los ceutíes en la paranoia de una burbuja imaginaria anclada en la sima del olvido. Porque esta estrategia es una hoja de ruta perfecta a la más profunda frustración, que amenaza de muerte nuestro futuro como una comunidad con identidad propia.
Es imposible construir un proyecto de convivencia desde la negación. No es suficiente con saber lo que “no queremos”. Instalados en esta mentalidad, reaccionaria por inmovilista, estamos condenados a sufrir el drama de la impotencia. Es preciso tomar conciencia de lo que “sí queremos ser”. Y a partir de ahí, construir.
A los ceutíes que nos ha tocado vivir esta coyuntura (a todos sin excepción), nos corresponde la ineludible responsabilidad de iniciar esta apasionante aventura de reconstrucción. Tenemos muchas razones para ser optimistas. Tenemos suficientes elementos y recursos para modelar una Ciudad de la que sentirnos orgullosos. Pero debemos tener muy claro que no se podrá parecer en nada a la fue en un pasado reciente, o es en la actualidad. Las coordenadas políticas y socioeconómicas han sufrido una transformación de tal magnitud, que no dejan margen para la reedición del pasado. Por eso debemos afrontar el futuro desde la ruptura. Sabiendo que Ceuta puede ser maravillosa, pero desde un concepto radicalmente opuesto al conocido hasta este momento.
El problema es el tiempo. Es una variable que condiciona y determina todos los procesos sociales. Lo posible se transmuta en quimera si el tiempo lo desajusta. Ese es el peligro que corre Ceuta. Que no lleguemos a tiempo. Cambiar mentalidades es una tarea muy lenta, difícil y tortuosa. Si la mentalidad va acompañada de la detentación de privilegios, el grado de dificultad se multiplica exponencialmente.
Por eso no debemos desaprovechar nunca las oportunidades (escasas) que nos brinda la vida. En dos meses, tenemos una magnífica ocasión para empezar a levantar la Ceuta de todos y todas. No habrá muchas más.