La legislatura está finiquitada. Es la hora de hacer balance. En especial sobre la evolución de aquellas cuestiones que se consideran claves para el futuro de Ceuta. De entre ellas destaca, sin ninguna duda, la economía. El discurso de todos los partidos políticos, sin excepción, sitúa el paro como epicentro de sus planteamientos. Parece una obviedad en una ciudad en la que el paro juvenil alcanza al setenta y dos por ciento de la población. Concluyente.
A esta dolorosa hemorragia social, que se sufre en toda su extensión e intensidad de manera directa, y que genera (o alimenta) no pocos conflictos en otros órdenes de la vida social; se añade un problema político de una gran envergadura. No es posible diseñar un modelo de Ciudad, sostenible y con proyección de futuro, sin ser capaces de definir una estructura económica sobre la que asentarla. Parece evidente que el modelo actual, basado en una extravagante conjunción de fondos públicos y economía sumergida, tiene fecha de caducidad incorporada. El despegue definitivo de la economía del norte de Marruecos, y la consecuente normalización de la zona, suprimirá uno de los pilares, dibujando un escenario nítidamente colonial de funesto presagio para quienes creemos y queremos a esta Ciudad. Es por ello que el tiempo es una variable fundamental de esta perversa ecuación. Contamos a penas con una década para poner los cimientos. Si podemos…
En este diagnóstico existe una muy amplia coincidencia. Aunque no exento de lógicos matices y discrepancias. Y, más allá de las formas en que cada uno se exprese, la identificación de los problemas y sus posibles vías de solución; así como el inventario de obstáculos (reiteradamente analizado) no admiten muchas variantes. La consecuencia de ello es que no fue muy complicado consensuar un documento llamado ‘Plan Estratégico para el Desarrollo Económico de Ceuta’. En teoría, un mapa útil para trabajar en la reconstrucción del tejido empresarial, reorientando la actividad económica hacia un nuevo escenario más acorde con la realidad. Y sin embargo, la evaluación del grado de cumplimiento de aquellas setenta y cuatro medidas, da pavor. Hemos pasado una legislatura en blanco… Peligrosamente en blanco…
Este hecho merece una seria reflexión. ¿Cómo es posible que no hayamos conseguido el más mínimo avance en la consecución de unos objetivos compartidos por todos? Es cierto, y así se expuso en el momento de su aprobación, que éste es un documento muy ambicioso y que su propia dificultad intrínseca debía moderar las expectativas de cumplimiento. Pero esto no explica el “cero”.
Debemos huir de la crítica fácil al Gobierno. Es evidente que el Gobierno de la Ciudad (y el PP como partido que los soporta) es el sujeto político de mayor relevancia (casi hegemónico) y por tanto, su grado de responsabilidad es muy superior a cualquier otro; pero quedarnos ahí sería renunciar a desentrañar las causas de un fracaso colectivo de esta magnitud. Al Gobierno le ha faltado liderazgo, ambición y valentía. El miedo que subyace en todo lo que piensa y hace lo mantiene en una irritante inmovilidad. Pero esto no lo explica todo.
La pregunta concreta y correcta sería ¿Existe en esta Ciudad capacidad de movilización social? Podríamos definir este concepto como la suma de voluntades aglutinadas en torno a una causa común que, por su naturaleza, trasciende a los intereses particulares y/o inmediatos hasta convertirse en una referencia universal. En la respuesta a esta pregunta está el drama de Ceuta. Carecemos por completo de un indispensable sentimiento de pertenencia al grupo. Y así es imposible hacer nada juntos. Menos aún cuando una empresa requiere un esfuerzo titánico (como es el caso). El grado de desconfianza mutua es tal que cualquier iniciativa, por modesta que sea, se convierte en motivo de enfrentamiento, en un torbellino desaforado de insidias y descalificaciones, hasta su aborto prematuro por puro hartazgo.
No somos capaces de encontrar un espacio común en el que desarrollar un proyecto colectivo. Lo peor es que en lugar de afanarnos en construirlo, cada uno se conforma con buscar codiciosamente su acomodo individual y pasajero, que es el germen de la insolidaridad y la destrucción. Si no lo remediamos (y todo apunta que no), la próxima legislatura también pasara en blanco…. hasta el negro total.