El colapso generado durante casi 48 horas en la ciudad debido al corte en la M-30 terminó por afectarnos a todos.
Solo las víctimas colaterales de decisiones desajustadas saben perfectamente lo sufrido y su envergadura: no llegar a citas médicas, al colegio, al trabajo, perder enlaces... pero todo eso forma parte del ‘mal rato’ que haya pasado cada uno, de la intimidad y la sensación de gravedad que cada ciudadano le dé. Tomar la decisión de cortar una arteria principal como es la avenida Compañía de Mar tenía que haberse hecho con el suficiente respaldo detrás ante la posibilidad de que hubiera problemas o imprevistos, como así sucedió. Tomar la decisión de cortar una vía principal debía haberse tomado a sabiendas de que el centro de la ciudad está afectado hoy por hoy por más cortes y más obras que han terminado por convertirlo en una ratonera. La coordinación entre áreas ha brillado por su ausencia. El área de servicios comunitarios estaba dirigiendo la obra en la calle Beatriz de Silva, cortada desde hace días; Fomento controla lo que tenga que ver con la gran actuación en La Marina; a esto hay que añadir las obras de promociones que se están ejecutando con camiones que cortan la vía como les place o aparcan indebidamente ralentizando aún más el tráfico. No se puede adoptar una decisión sin saber lo que está pasando alrededor, no se puede cortar una vía neurálgica sin conocer que las pequeñas que la rodean están igual o peor. Esa falta de conexión provocó la caótica y esperpéntica situación que terminó con la guinda al pastel del despropósito, la falta de agentes suficientes como para controlar los puntos negros, evitar enfrentamientos y dar mayor fluidez a la ya de por sí complicada circulación.Les ha pillado el toro, con cornada doble. Suele pasar si los responsables se miran más que se hablan.