Vivo irremediablemente rodeado de mujeres e intento sobrevivir con la paciencia que me caracteriza. Tres mujeres en setenta metros cuadrados te enseñan muchas cosas, entre ellas, que las modas son cíclicas y a tener paciencia cuando van a salir de casa.
Que la moda es cíclica es algo incuestionable, lo que se lleva hoy se volverá a llevar el día de mañana con pequeñas variaciones. Esos conocimientos los he adquirido gracias a eso que les decía “vivir en setenta metros con tres mujeres”.
Lo que desconocía es que la historia también es cíclica porque en la Dictadura de Primo de Rivera se prohibió el PIROPO imponiendo a quien lo profiriera, “aun con propósito de galantería”, la pena de cinco a veinte días de arresto y multa de 50 a 500 pesetas. Hace casi 87 años se prohibió esta práctica pero ahora la presidenta del Observatorio sobre la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial, Ángeles Carmona, se ha propuesto erradicar el piropo, porque bajo la apariencia de elogio se esconde una forma sutil de agresión contra la mujer, una invasión a la intimidad y una visión de la mujer como objeto, tanto si el autor es alguien que no la conoce, como si se da en el trabajo e incluso en el ámbito de la amistad o familiar.
Además manifestó que el piropo ha sido siempre permitido y se ha asumido como algo normal, aunque como pueden leer, en esto se equivocó la señora Carmona porque como decía, en la Dictadura de Primo de Rivera se penalizó en el artículo 819 del Código Penal de 1928. Desde que leí las declaraciones de Ángeles Carmona, no paro de pensar en si la presidenta del Observatorio ha podido “observar” cómo las mujeres también piropean a los hombres. Lo principal es saber diferenciar el piropo de una falta de respeto, independientemente del género del piropeador –hombre o mujer-. Piropo, según el diccionario, es un halago que un hombre hace a una mujer, aunque ese significado debería actualizarse para ambos sexos, porque en la actualidad se piropean los hombres entre ellos, las mujeres entre ellas y hombres y mujeres respectivamente. Esto es incuestionable.
Como vivo en una democracia y todavía puedo expresar lo que pienso sin ser detenido “o no”, opino que el piropo es un componente de las relaciones humanas que no debe perderse y, en ocasiones, te alegran el día porque siempre es bueno reírse. Hablando de reírse por los piropos, una anécdota: haciendo el Camino de Santiago en bicicleta con mi amigo Juan Torralba, un grupo de señoras que hacía el Camino piropearon a mi amigo Juan, diciéndole: “Ese culito respingón”... ambos lo entendimos como una broma y ninguno nos sentimos agredidos, ni objeto sexual, ni pensamos que las señoras estaban subidas de calorías. Pensamos que nos gastaron una broma graciosa y de buen gusto, eso sí, nos reímos todos y todas mucho y le agradecimos, sin pararnos, que nos alegraran el día.
La señora Carmona se equivoca al intentar erradicar el piropo porque los halagos, los chistes y las galanterías bienintencionadas forman parte de nuestra cultura y, como decía, entender que sólo se piropea a las mujeres evidencia que debe actualizarse, salir un poco más a la calle para “observar” y comprobar que las españolas no se dejan intimidar ni se siente ruborizada por un piropo. Otra cosa son las groserías, faltar el respeto haciendo referencia a aspectos sexuales de la mujer que un cerdo de dos patas puede decir, pero esto último está tipificado y prohibido en nuestras leyes.
Defender y proteger a las mujeres de las garras depredadoras de los violentos y garantizar que no tengan que someterse por miedo a la indigencia es un deber no sólo del Observatorio sobre la Violencia de Género, también de los gobiernos y de la sociedad española en su conjunto. Pero intentar llevar a lo prohibido algo que la sociedad en su conjunto acepta de buen grado es un desacierto absoluto, sobre todo cuando se promocionan concursos de belleza y otros concursos televisivos donde mujeres y hombres son simplemente objetos, como bien decía la Sra. Carmona.