Pues eso, entre pedir las debidas disculpas a un ciudadano viandante por un proceder incorrecto o mostrar soberbia en el error, sólo se necesita ser conductor de un vehículo con anagrama del Ayuntamiento.
Recuerdo que antaño se comentaba entre jocosa y desdeñosamente que, en cuanto un empleado se ponía el uniforme de ordenanza con sus pseudogalones en la bocamanga, parecía transformarse en sargento de la Guardia Civil (es una forma de hablar que todos hemos usado en alguna ocasión, así que nadie se me ofenda: ni los ordenanzas ni la Guardia Civil).
Ahora, ya no hay uniformes grises de esos, sino trajes de chaqueta, normalmente azul marino, que salvo algún distintivo del organismo en cuestión, no delatan el cargo del que los porta… Pero ha surgido una nueva especie de déspota, que considera que “el hábito sí hace al monje”. Es la del conductor de un vehículo con anagrama de alguna consejería del Ciudad, y que a veces también lleva uniforme (por cierto, mucho menos elegante que los ya comentados) que, o bien siendo funcionario o bien perteneciendo a la empresa subcontratada, de la empresa subcontratada de la contrata principal de cualquier concesión amañable, considera que como está en horario laboral, que no necesariamente trabajando –¡para qué nos vamos a engañar!– y además lleva un vehículo, digamos pseudooficial, tiene potestad para cometer infracciones de circulación y además ser soberbiamente maleducado con el ciudadano que le llame la atención.
Este es el caso de un vehículo de alguna consejería, matrícula 9850 DLH, que varias veces en semana, en un horario similar y alrededor de las doce del mediodía, llega al paso de peatones de la calle Ingenieros que da acceso a la Glorieta del Teniente Reinoso donde se encuentra el Ceuta Center, se sube a la acera invadiendo dicho paso y para el motor. Allí monta su vado particular el tiempo que considera oportuno y “el que venga detrás que arree”.
Pero dentro de lo malo, ese hecho no es lo peor, el problema está en que se cree con más derecho que nadie. Así, el pasado jueves 8 sobre las 12:30 me disponía a cruzar por dicho paso de cebra y allí se encontraba, como de costumbre, el vehículo en cuestión. Me asomé a la ventanilla cerrada del copiloto, que es la que estaba encima de la acera, y le digo que si le parece bien estar entorpeciendo el paso. Como no me oye, me hace indicaciones para que dé la vuelta y le hable por la ventanilla donde él está situado que sí está abierta. Le repito que si no le da vergüenza estar allí, impidiendo el correcto acceso de los peatones a la plaza (entre ellos yo, que tengo 87 años) y me mira con desdén y me dice “Déjeme en paz, que hoy no quiero discutir”. ¡Pero qué vas a discutir, pedazo de merluzo! Estás encima de la acera y bloqueando un paso de peatones. O sea, que en vez de decir “Perdón, ahora mismo me quito” o cualquier otra disculpa amable, me amenaza de soslayo. Y digo amenazar porque si no ¿cómo interpreto… “que hoy no quiero discutir”? Acaso si hubiera tenido ganas de discutir ese día, se hubiera liado a mamporros para certificar que el que estaba incordiando era el peatón ¡Manda huevos, que diría aquel!
Así que, ciudadano Vivas, debiera usted vigilar un poco más, o mandar vigilar, que ya imagino que si se mueve no sale en la foto, a los empleados que de una manera u otra representan, con su trabajo, a la Ciudad de Ceuta.