Día tras día estamos publicando noticias sobre la problemática que en materia de seguridad se está produciendo en el puerto. Una problemática protagonizada en buena parte por menores.
Adolescentes pero también niños que no alcanzan ni los diez años, que viven en los callejones portuarios, dentro de vehículos o en las cercanías porque su único interés es cruzar a la península. Mientras se dedican a los robos, a drogarse y a servir de una clara explotación para los adultos. Parecen menores invisibles. Están allí, todos los ven pero como no quieren estar en el albergue de Hadú se permite que continúen en esa situación. Y así pasan los días, se genera un problema grave de inseguridad que al final, por la inacción de quienes sí tienen que responder, se provoca una sensación de rechazo demasiado peligrosa entre la ciudadanía.
A quien le han destrozado el coche o le han robado su comercio, poca querencia se le puede pedir hacia un menor que, en el fondo, es una persona desprotegida. La administración no actúa como debiera, la frontera se convierte en un colador y el puerto es un escaparate en el que uno se ubica en cualquier rincón y puede contemplar el continuo ir y venir de menores drogados, sin futuro, que exponen sus vidas y causan hartazgo en el ciudadano convertido en víctima de un sistema que no funciona.
¿Y quién tiene que actuar? Todos, al menos en la parte que les compete. ¿Pero qué es lo que pasa? Que nadie considera que ése sea su problema, así que prefieren ofrecer la excusa pueril de: como no quieren estar en el albergue, nada se puede hacer con ellos. ¿Cómo que nada?, ¿acaso es que es preferible no actuar ante un menor que puede ser explotado por adultos, que puede ser obligado a robar, que puede experimentar una degeneración gradual porque es más fácil decir eso de que no quieren someterse a un control?
Si un buen día el Gobierno decidió asumir las competencias en materia de Menores, lo hizo con todas las consecuencias. No solo para disponer de la posibilidad de contratar una plantilla o de pedir dinero a Madrid pensando que nunca iba a producirse una inmigración infantil con la radicalidad con la que se lleva produciendo desde hace años.
Sea cual sea la razón por la cual no se interviene en el puerto, esto no debe permitirse por más tiempo. Llegará el momento en que se produzca un accidente fatal, entonces veremos quién debió actuar y no lo hizo. Ya hemos tenido casos de acosos a menores, de crías que han sido sometidas en los callejones del puerto por sinvergüenzas protegidos que se aprovechan de la mendicidad de una menor. Ciertamente no sé a qué más estamos esperando.