No es la primera vez que hablamos sobre la permeabilidad de una frontera que termina siendo sorteada por quienes únicamente buscan cometer delitos. Resulta complicado de asimilar que contra una persona se haya dictado hasta 34 órdenes de prohibición en España y, contra toda norma, esté paseándose por el entorno de la frontera con un cuchillo para terminar incurriendo en los mismos delitos que provocaron su expulsión.
Ni es lógico ni es garantía de seguridad. El sistema no funciona, el paso fronterizo que se ha tragado tantos millones no se adecua a una realidad que nos escupe historias como la que contamos hoy, sufrida por el ceutí Ahmed Mohamed, a quien un marroquí, con orden vigente de prohibición de entrada en España, terminó rajándole la cara.
Los controles que se aplican en forma de operaciones inciden directamente en el tránsito; los que se llevan a cabo de manera rutinaria resultan incapaces de controlar lo que realmente entra y sale por Tarajal. Ya no es que entre una persona con prohibición de acceso armado con un cuchillo jamonero, es que también salen armas que con anterioridad han burlado el filtro del puerto. El ir y venir al margen de la ley es un hecho que deja en evidencia a una administración que, de forma histórica, ha errado en las inversiones y mejoras aplicadas en el paso. Ahí se gastaron millones para construir jaulas que resultan indignas para el tránsito de las personas; se dispuso un techado para proteger a los funcionarios policiales que no ha tenido el efecto pretendido y se invirtieron fondos europeos que han ido directamente a la basura. Hoy, en pleno siglo XXI, asistimos a la imposibilidad manifiesta de controlar a las miles de personas que cruzan a pie el Tarajal; es la triste realidad que define a uno de los principales pasos fronterizos que muestra una cara tercermundista a la que nunca ha querido dársele la vuelta. Ahora el Gobierno anuncia eso de la frontera inteligente, que será una forma de controlar todo lo que se mueve por esta caótica división. Mientras eso sea real nos movemos entre historias de calado como la sufrida por este ceutí que demuestran que quienes deben asumir la operatividad del sistema no lo están haciendo nada bien.