Siempre sucede lo mismo. Ocurren tragedias y partidos políticos, oenegés y entidades varias empiezan a tirarse los trastos a la cabeza buscando culpables. Leo el estado en facebook de mi compañera Ana Dueñas, que pone la nota de sensatez en todo esto: “A un lado España, al otro Marruecos y en medio, muertos. Solo muertos”. La caza de los culpables parece ser el sentido de quienes financian hasta su ideología. Sucedió en 2005, cuando se buscó poner nombre y apellido a los que habían disparado por la espalda a los subsaharianos muertos en la valla. Se criminalizó a todo bicho viviente, años después ya nadie se acuerda de aquello, ni tan siquiera se afanan en pedir justicia.
Ayer se caía en los mismos errores. Muertos, con otras identidades, nos demostraban que el sistema no funciona. Que mientras la clase político-social recauda firmas contra las concertinas, acusan a unos u otros de expulsiones ilegales o incluso difunden que la Guardia Civil ataca a los inmigrantes porque sí... a pie de calle la gente muere y sigue sin pasar nada. No hay avances ni mejoras, la inmigración es la moneda de cambio, la excusa con la que amenazan los países de forma constante... pero todo sigue igual. Hoy hablamos de al menos nueve muertos, hace nueve años contábamos la mayor tragedia ocurrida en el perímetro y en 1998 la playa de San Amaro se teñía de cadáveres. Y durante todo este tiempo, mientras los cementerios se llenan de muertos, los que tienen la capacidad de cambio siguen enfrascados en la misma lucha: buscar un culpable dentro de un drama.
Nadie en solitario debe pagar por la muerte de estos 8 hombres y una mujer. Todos formamos parte de un sistema que funciona mal, que provocó que África sea hoy lo que es y que adopta políticas erráticas para generar cambios. Hoy hablamos de muertos. No quiero valoraciones interesadas, ni quiero debatir en torno a mezquindades. ¿Buscar un culpable a las muertes?, ¿para qué, para justificar las financiaciones de ideologías corruptas? Me niego. Esta gente ha muerto y seguirá muriendo porque el mundo es incapaz de arreglar esta barbarie discriminatoria en la que nos movemos, en la que subsistimos, en la que crecemos sin que nadie ponga un punto y final.
África se desangra y aquí nos matamos vivos buscando culpables, enfrentándonos entre nosotros, generando racistas de libro y progresistas de postín. Y yo solo veo muertos. Y no sé qué pensar.