A mí me parece que toda persona sueña, aunque cada cual lo hace a su manera; hay quienes sueñan despiertos y otras personas lo hacen cuando duermen o están medio dormidas. Yo ya no me acuerdo de mis sueños de la niñez y sí de las realidades, pero eso pienso que no le ocurrirá a todo el mundo, especialmente a aquellas personas que tuvieron una infancia feliz o suficientemente pasable. No me atrevo a opinar con seguridad pues el mundo de los niños es un mundo aparte, totalmente distinto del de las personas mayores y no creo que haya puntos comunes, salvo en condiciones muy particulares y cada caso requeriría un estudio especial; como lo es la realidad de la vida de cada persona mayor. La individualidad –con sus ventajas y un sin fin de errores– es una especie de fortaleza amurallada.
Cada época de la vida adulta de las personas tiene sus características y los sueños se acomodan a lo que supone la lucha por las condiciones de vida; supongo que habrá expertos que habrán estudiado con el máximo detalle cada una de esas épocas, dotándolas del carácter de generalidad aunque ello sea disminuir su importancia y su realidad. Cualquier persona –en su actividad– presenta características muy personales que no siempre coinciden plenamente con las de otras personas, aunque puedan llegar a ser muy parecidas, casi iguales en algunos casos especiales. Los sueños son tan pegadizos que en algunas ocasiones se mantienen adheridos a la conciencia de las personas y a las horas de las realidades continúan viviendo o intentando vivir sus sueños.
En estos años que estamos viviendo, desde hace casi dos décadas, podría decirse que se ha convertido en el tiempo de los sueños porque han proliferado por todas las partes del mundo y porque los hechos responden claramente a las características de los sueños –de lo inalcanzable por irreal, debido a múltiples causas– y ello se vive con unos esfuerzos inadecuados para lo que verdaderamente son: sueños y sólo sueños. Quizás nos hemos creído que poseemos más fuerzas, de todo tipo, de las que realmente se poseen . Se confunde la codicia con el bien general en la medida que éste pueda ser alcanzado por medios justos y al alcance de la realidad humana de la sociedad mundial. Nadie debe soñar por su cuenta y llevar esos sueños a la máquina del equilibrio mundial. Hay soñadores que llevan a sus vidas una gran carga de sacrificio personal, dando a conocer a los demás la belleza y calidad de sus sueños. Esta gente es digna de admiración porque lo que hacen es mostrarnos la mayor belleza que puede llegar a alcanzar el alma humana a base de sacrificios personales para que sus almas alcancen un grado de optimización considerable; todo el que en verdad puedan alcanzar en buena lid y que es bueno para esa persona y para todas las que pueda llegar a tratar para darles a conocer que lo más importante en el ser humano es la fortaleza de su alma y el cariño con que se de ella se desprende hacia todo otro ser humano. Es un sueño que llena completamente la vida y que, además, no obstaculiza cualquier otra actividad.
El tiempo de la vida, el de cada persona, es el tiempo de los sueños. de los suyos, de los de cada cual, con todas las variantes que se puedan imaginar. Es un tiempo fuerte si se quiere que así sea, no dejándose llevar por esas manipulaciones de la vida que van en contra de ella misma y de la convivencia humana. ¡Qué hermoso sueño es el del amor humano, el de sacrificarse por el bien de los demás, el vivir sus penalidades hasta llegar a convertirlas en entregas de amor!