Curioso es que, en pleno Siglo XXI, vivamos como en el ficticio mundo que elaboraba, a base de andamios y pinturas, el ruso Gregorio Potemkin. Las crónicas históricas atestiguan cómo el conocido príncipe hacía construir para su amante, la zarina Catalina la Grande, pueblos de cartón piedra para hacerle creer lo grande y próspero que era su país y lo feliz que era su gente. Era una suerte de Matrix versión Siglo XVIII; aquella impostura dio unos inmejorables resultados que no cayeron, ni mucho menos, en el olvido de los engaños.
Ahora y de idéntica forma, se procura que a toda costa los ciudadanos vivamos en una suerte de decorado en el que, inteligentemente, han sabido cambiar las elegantes y falsas fachadas burdamente embadurnadas por sofisticados y manipulados mensajes que, de forma sistemática, procuran implantar en nuestros respectivos córtex cerebrales.
La pretensión es que acabemos creyendo que:
–Los gobernantes (sálvese el que pueda) trabajan, inteligente, desinteresada e incesantemente por y para nuestro bienestar.
–La casta política (quiero creer que alguno se salvará) se desvela en parlamentos de todo pelo para solucionar nuestros problemas y acabar con las crisis que nos esclavizan.
–Hacienda (que ya saben, “somos todos”) no para de demostrarnos con hechos que tener inmensas fortunas, o no tener ni para comer, no son factores determinantes ante la concesión de derechos. Eso sí, lo de las SICAV es un detalle sin importancia (SICAV: Sociedad de Inversión de Capital Variable que, con una aportación mínima de 2.400.000 euros, sólo paga un 1% de impuestos frente al 30% que tributan las demás sociedades; ejemplito de nada: la SICAV de Alicia Koplowitz es la más importante de España, amén de otros tantos ilustres que también han optado por esta modalidad mimetizada de paraísos fiscales. ¿Ya nos vamos haciendo una leve idea de qué va la equitativa cosa de Hacienda? Pues eso…).
Seguimos con la mascarada que quieren que nos traguemos sin más:
–Las compañías de seguros privados se crearon para ofrecernos una mayor y desinteresada calidad sanitaria, frente una red de hospitales públicos que no funcionan… y eso de que, por falta de medios y profesionales, los pacientes tardan eternidades en ser intervenidos, es pura y falsa leyenda urbana urdida por los antisistema de siempre.
–Las industrias farmacéuticas se concibieron para crear medicamentos que curasen y, desde luego, jamás se les ocurrió (ni intención habrá nunca de hacerlo) llenar la caja a costa del mal ajeno. Es más, nunca hubo nada más alejado de sus intenciones. Hasta ahí podríamos llegar… obtener beneficios sobre la salud de los demás: del todo inconcebible, ni se me pasa por la imaginación.
–Las compañías petroleras, todas imbuidas ahora de verde espíritu ecológico-concienciado, cada vez se preocupan más por el medio ambiente y se alejan, a pasos agigantados, de los combustibles fósiles. Al mismo tiempo, resulta evidente que invierten, a marchas forzadas, en energías renovables que no contaminan y ayudan a regenerar el medio ambiente. Vamos, lo normal en estas empresas que son todas perfectamente conocidas por su poco (incluso ninguno) ánimo de lucro.
Pero todavía hay más:
–La aparición de unos movimientos fascistas que llevan a cabo la sucia labor (pero necesaria, todo hay que admitirlo) de mantener la nación limpia de inmigrantes y demás calaña. Y si esto les parece de otra galaxia, el brutal ascenso del Frente Nacional en Francia no es ni una anécdota ni una casualidad; y en España, lo queramos ver o no, nos falta nada y menos para sufrirlo de nuevo, por muy surrealista que parezca.
–La crisis, esa que condena al hambre a millones de españoles es directa consecuencia de nuestra mala cabeza y del hecho de que hayamos sido todos unos manirrotos por querer comer todos los días. A los casi-pobres se les da un bollo y sopa de Avecrem… Es que está más que demostrado, no se le puede hacer concesión alguna. El caso es que no hubo más remedio que llevar a cabo, y siempre por nuestro bienestar (no lo olvidemos nunca), unos drásticos pero necesarios recortes en los sueldos y en los derechos sociales… y los que, no lo duden, nos quedan por sufrir.
Evidentemente, y siempre por la buena marcha de la economía pero, sobre todo y ante todo, por nuestro bien (no se nos vaya a olvidar que siempre nos anteponen a cualquier otra premisa) se siguen al pie de la letra los dictados de la Escuela Económica de Chicago que, Doctrina del Schock por bandera, arrojan al paro a millones de padres de familia. Hay que sanear todo esto, y hemos de comprenderlo y agradecer ese duro e ingrato trabajo que “los chicos de los recados” continúan afanándose en aprobar Real Decreto tras Real Decreto.
Por todo ello, hemos de valorar el titánico esfuerzo que realizan para tomarnos por gilipollas por tragarnos, cual rueda de molino, todas sus decisiones.
Sin embargo, ellos tampoco deberían desdeñar el hecho de que, tantas mentiras son materialmente imposibles de creer y que, utilizando la expresión de un extinto diario,“Totus no somos tontus” (o al menos todos a la vez). Esta deriva que siempre tienen los poderosos de tomarnos a los siervos como meras piezas de sus máquinas de infinita producción tiene, invariablemente y como todo en la vida, un efecto boomerang.
Por ello, y sin dejar de tener en cuenta que sólo los imbéciles y/o los perturbados se atreven a vaticinar el futuro, la Historia de la Humanidad no cesa de tener ciclos evolutivos en los que, tarde o temprano, surgen movimientos (¿debería decir contramovimientos?) que tienen la vocación/misión de cambiarlo todo, o al menos de hacernos ver que otra forma de vida es posible.
Evidentemente, estos “movimientos” ni surgen de la nada, ni están formados por seres de otros planetas; son el fruto de un constante trabajo de concienciación que no siempre responde a una planificación estudiada.
Proceden de muy distintos ámbitos y, en muchos casos sin tener verdadera conciencia de ello, van lenta pero tenazmente tejiendo una consistente red de reflexiva contestación capaz, a medio plazo, de ofrecer sólidas alternativas a un sistema –el del capitalismo salvaje– abocado a destruir (a la vez que autodestruirse) sin otro fin que perseguir el beneficio en estado puro.
Primero se enseña leer, después a descifrar entre líneas mostrando realidades. Posteriormente, se educa para pensar, algo que están procurando no se lleve a cabo en unas aulas llenas de bancas, pizarras, rotuladores de colores pero pocas puertas y ventanas abiertas. El paso siguiente es que cada uno se haga preguntas para que, consecuentemente, halle la “X” de su particular ecuación. Entonces, y sólo entonces, bajo estas premisas, los siervos considerados como meros engranajes de la maquinaria de los señores, optarán, consecuencia lógica de su particular razonamiento, por unir sus fuerzas y pensamientos al margen de todo lo establecido/conocido/conveniado/aceptado/etiquetado.
No es de extrañar, en lo más mínimo, que tirios y troyanos tilden estas conclusiones/afirmaciones de utópicas, trasnochadas o absolutamente fuera de lugar e irrealizables. Es más, estas opiniones podrían ser hasta plausibles, tanto como el hecho de que no se puede estar tomando a todo el mundo por cercenados cerebrales durante todo el tiempo. Poco a poco va germinando en no pocas conciencias la idea de algo nuevo, al margen de convencionalismos, sistemas en los que prima la autoridad y caminos que llevan a muchas Romas para mayor pesar (por no decir pesadilla) de los que mandan de verdad… y todo ello sin las pausas que marcan las doctrinas, ni las prisas que dictan las citas electorales.
El sólo hecho de comprobar cómo va naciendo todo este movimiento (que insisto, debería llamarse contramovimiento) no deja de ser, cuanto menos, apasionante desde el punto de vista sociológico y tremendamente ilusionante desde un aspecto mucho menos estudioso pero mucho más pasional.
Sin embargo, que nadie se espere a una oleada que, de la noche a la mañana, arrase un sistema basado en la corrupción intelectual; por el contrario, será el fruto de toda esa inercia social que ya está aglutinando seres de muy diversas procedencias y que, guste o no, acabarán por hacer que los obviados vean lo blanco, blanco.
Por ello, dudo mucho de que se trate, en esta ocasión, de fenómenos tipo 15M que, con mejores intenciones que efectividad, se quedaron aparcados en portadas de semanarios internacionales para diluirse (colmo de los colmos) en promesas electorales aireadas por algunos partidos políticos.
Lo que no se puede dejar de tener en cuenta es que los ciudadanos, que ahora mismo sólo reclaman a los mandatarios elementos básicos para sobrevivir, a saber: Sanidad, Educación, Trabajo, comida y calzado (sí, sí…comida y calzado) acabarán por tener la necesidad de nutrirse de otras cosas muchísimo más peligrosas para un Imperio que decide nuestros destinos desde los FMI y demás compañeros mártires.
Lo único claro es que el cambio no podrá llegar desde lo que hoy conocemos como “mundo político”. ¿Por qué? preguntarán algunos si, precisamente, diputados y senadores son la más pura expresión de la votante expresión popular. Pues porque aún no se ha logrado borrar de la memoria colectiva la escena de unos ciudadanos (con papeles en regla y todo, conste) situándose en las inmediaciones del Congreso de los Diputados (¿el hogar de la Democracia?) reclamándole, a los votados encorbatados, un sistema político más participativo (bueno, participativo a secas) en el que los ciudadanos pudieran decidir de verdad.
Ante aquella “brutal agresión de protesta” (nótese el acentuado cinismo de la expresión por “las náuseas que me provocan estos personajillos”, que diría mi Elva de mi alma) sus señorías no dudaron (no todos, es cierto, pero la mayoría sí) en reclamar la presencia de funcionarios policiales para asegurar su protección; los mismos funcionarios que, tiene bemoles el tema, también se estaban viendo perjudicado por los recortes salariales. Está claro, Kafka vive… y más concretamente en la Carrera de San Jerónimo.
Y lo más increíble es que esos trajeados incluso llegaron a afirmar que aquello se asemejaba al golpe de estado del 23F o no dudaron en utilizar la palabra “secuestro” para calificar aquella protesta que, sólo y exclusivamente, pretendía oxigenar la vida política.
No obstante, y tras aquel insulto tanto a nuestra Libertad como a nuestra inteligencia, no vacilaron en volver a pedirnos el voto meses más tarde con sus “nuevas rancias” promesas. En aquella ocasión, una más, todos volvimos a tragar… y ellos tan panchos, oiga.
Archivada y amortizada aquella marejadilla contestataria, en hemiciclos y cámaras altas los dueños de bancos rojos y azules siguen hoy en día enzarzándose en estériles batallas dialécticas que, lamentablemente, cada día nos asquean más. Méritos, desde luego, no les faltan a l@s distinguid@s caballeros y señoras elect@s (la podredumbre moral/intelectual tampoco entiende de género) para provocarnos un compulsivo vómito de rechazo a todo lo que, de forma retórica, demagógica y mentirosa, suele escupirnos a diario.
Ajenos a tanta basura versallesca, y más rápidamente de lo que nadie va a poder prever, los desechados y obviados del sstema terminarán, gracias a la red antes reseñada, por querer saber, por razonar y, lógicamente, llegarán a evidentes conclusiones que culminarán a la vez en una simple, pero sofisticada pregunta: ¿Por qué?
El siguiente paso, lo hemos dicho, será organizarse.
Entonces, encorbatados profesionales, tahúres electorales y demás fauna del “donde dije digo, digo Diego” no vacilarán (les va la vida en ello) en ofrecerse camaleónicamente para representar a quienes, hasta momentos antes, no vacilaron en despreciar… Pero esa promesa ya no colará, ya será tarde para paños calientes y/o aspirinas pseudodemócratas ante lo que es una verdadera metástasis del Sistema.
¿Una oleada de asambleas populares será entonces la respuesta?
Pues seguramente que no, pero tampoco saldrá esa contestación de cualquier formación (ponga usted las siglas, si eso) con intención de sumar sufragios y ese clásico tufillo a papeletas electorales que siempre desprenden.
Sea como fuere, el Punto de No Retorno ya se está larvando para que, en un tiempo relativamente corto, termine encontrando el exacto punto de cohesión.
Pensar, en estos precisos momentos, en la creación de estructuras que rechacen el Poder, pero no por ello la organización es poco menos que decir que el agua no moja, o dicho de otra forma, algo totalmente imposible de concebir por ahora… por ahora, claro.
Sin embargo, la historia y el sentido común demuestran que el ser humano ni ha nacido para llevar cadenas por siempre (de hecho, nace sin ellas ¿verdad?), ni para ser tratado como un simple número de filiación para toda su existencia.
Por ello, en estos mismos momentos en que nos hacen creer que ya nada es posible, cuando se vislumbra como más que probable un estado totalitario y se cree a pie juntillas que estamos todos, y sin remedio alguno, en una fase de aborregamiento absoluto, ahora, precisamente y paradójicamente ahora, es cuando se están despertando conciencias y amanecen pensamientos libres de yugos y señales de sentidos prohibidos. Sin tan siquiera saberlo, vuelvo a insistir en ello, están construyendo una sociedad diametralmente opuesta a la que estamos sometidos ahora, a veces hasta sin tener conciencia de ello.
¿Ilusiones de un antisistema trasnochado? ¿Tonterías de un junta letras ajeno a la realidad? ¿Frustraciones de quien sólo ve injusticias en un Sistema que todos deberían considerar ecuánime y justo?
Ciertamente, tantas preguntas podrían considerarse como dudas razonables pero, para poder despejar la incógnita, bueno sería que todos y cada uno de nosotr@s recabásemos opinión a quienes se hacinan en colegios, institutos o universidades. Probablemente sean ellos algunos de los más obviados de este tinglado por ser, muy a su pesar, testigos de cargo impotentes ante tanta brutalidad institucional, los que tengan muchas cosas de incalculable interés que decir y que decirnos… y sus padres y madres más, mucho más.
Si asumimos esto, ¿a qué esperamos para preguntar? ¿Acaso le tememos a las preguntas? ¿No será que esas mismas preguntas son, en sí, verdaderas respuestas que no nos atrevemos a afrontar?
El caso es que parece evidente que, Al Sur del Edén, hemos llegado por fin a ese Punto de No Retorno que marca la diferencia entre seguir dentro del redil o nadar contracorriente.
Como siempre, mi Mañica preferida es tajante: “Cuando se quieran dar cuenta los que creen que nos mandan y controlan desde lo que ellos llaman “arriba”, y desde lo que nosotros padecemos como “abajo”, que ya somos capaces de conjugar con soltura los términos Libertad, Igualdad y Fraternidad, nuestra fuerza será imparable y, por ende, las consecuencias nos abocarán hacia un inevitable “ser o no ser” mucho más que filosófico. Al final –añade con dureza- se verificará, una vez más que las únicas bombas admisibles son los libros y las únicas armas tolerables son las palabras y contra eso, lo quieran o no, no pueden ni podrán nada salvo el recurrente golpe de estado. Avisados quedan… y nosotros también”. Lo dicho, mi Mañica es directa y clarita… marca de la casa, como siempre.
Visto lo visto, va a resultar que pensadores como Ricardo Mella no iban tan descaminados cuando hace un siglo (siempre el maldito Siglo de adelanto) afirmaban que la emancipación del ser humano sólo podría ser obra del propio ser humano, sin intermediario alguno, o no habría tal emancipación. Tan evidente y claro que, increíblemente, parece que cuesta entenderlo y, sin embargo, es de una lógica irrefutable…y sobran los ejemplos.
Pero para ello, para caer en que Ricardo Mella no estaba tan equivocado, quizás como se decía en el Mayo de París, tengamos que empezar por apagar los televisores para encender nuestra mente. Obviamente, sólo se trata de una opción porque, tanto tele como cerebro son suyos… intransferiblemente suyos. Punto de No Retorno o Línea Continua, como siempre, usted decide.