Nuestra posición respecto a Gibraltar ha sido de continuos bandazos, sin una línea de actuación uniforme y estudiada. Ante tanta ineficacia, los británicos mantuvieron siempre una política de cañonera y colonialismo agresivo no respondida adecuadamente.
Al revés, cada crisis fue seguida de nuevas concesiones y la ausencia de acuerdos internos sobre el criterio a seguir con Gibraltar, complicó la situación hasta el extremo que, hoy día, las responsabilidades y beneficios se reparten a uno y otro lado de la Verja.
Concesiones sin retorno
çCuando el guadiana de Gibraltar aparece de nuevo, el español de tipo medio e incluso los especialistas, se preguntan cómo se han llevado a cabo tantas concesiones sin explicación lógica. Al no existir unidad de criterio, los distintos gobiernos fueron cediendo terreno y estas circunstancias juegan en contra de la posición española.
Sin embargo, la participación del Ministro Principal de Gibraltar en las conversaciones que tradicionalmente se habían llevado a cabo entre España y Gran Bretaña, supuso un punto de inflexión en el contencioso y, en mi opinión, un gigantesco error del Ministro Moratinos y del gobierno socialista a que pertenecía.
Después de la usurpación en 1938 (aprovechando la Guerra Civil española) de la franja donde está construido el aeropuerto gibraltareño, nunca se cedió nada en esta materia, pero los llamados Acuerdos de Córdoba, fruto de esa incorporación de Gibraltar a la mesa de negociaciones, supuso la construcción de una Terminal en el terreno ocupado (lo que suponía en parte un reconocimiento), la eliminación de restricciones de la UE a los vuelos y, además, se colaboró para que la Unión Europea (UE) concediera ayudas a la Roca en esta materia.
En esas rondas de negociaciones cordobesas se otorgaron igualmente 33.000 nuevas líneas telefónicas, lo que completaba la base para hacer negocios y comunicarse con más fluidez con el resto del mundo. También se acordó instalar en la Roca un Instituto Cervantes, como si allí no conocieran nuestro idioma y quisieran profundizar en la cultura hispánica, además de que un establecimiento oficial en Gibraltar no parece recomendable en principio.
Por otra parte, los ciudadanos de la Roca son asistidos en la Seguridad Social española con la Tarjeta Sanitaria Europea, lo cual es técnicamente impecable desde el punto de vista de nuestros compromisos con la UE, pero el caso habría merecido alguna puntualización, dadas las circunstancias de proximidad y posible uso de lo que más convenga en cada caso.
Y aparecen de pronto reclamaciones españolas sobre el sistema de apuestas desde Gibraltar y su fiscalidad. En realidad, la falta de una política regional uniforme que permita la competencia con la Roca, ha hecho que no solo se deje de potenciar a zonas muy cercanas para realizar ofertas parecidas, sino que, por ejemplo, en Ceuta se pusieron trabas a cualquier actividad similar, con lo que los negocios terminan irremediablemente en Gibraltar: restricciones al aprovisionamiento de pesqueros y otros buques, persecución aduanera y policial al alquiler de embarcaciones de recreo, liquidación de empresas acogidas a las Reglas de Origen, imposición de criterios sobre el ciclo mercantil que frenó la economía ceutí y otros casos similares.
Intereses cruzados
Fernando Morán, que fue Ministro de Asuntos Exteriores con Felipe González desarrolló una teoría en su libro Una política exterior para España (Planeta, Barcelona 1980) que, aunque estaba referida a Ceuta-Marruecos, puede ser aplicada al caso de Gibraltar. Decía el ministro que si se conseguía la conexión socio-económica a un lado y otro de la frontera, se produciría un beneficio mutuo que haría muy difícil cualquier reivindicación territorial. De forma consciente o no, es lo que ha hecho Gran Bretaña en las relaciones a través de la Verja. Hay tantas y tan importantes intereses cruzados que sería muy difícil desenredar esa madeja.
A cada caso, surge una situación en contra. Cuando se habla del tabaco y bebidas que circulan cada día hacia España a través de la Aduana, debemos reconocer que son ciudadanos españoles los que realizan ese tráfico; al referirse al suministro de combustibles en las gasolineras de la Roca, en el puerto o en bahía, es preciso aclarar que una empresa española suministra dichos combustibles para su venta a vehículos, gabarras y buques.
También, cuando algunos denuncian la implantación de sociedades off shore inscritas en Gibraltar que compran inmuebles en España, debemos reconocer que durante años se ha permitido esta situación con el beneficio de contribuir dicha falta de control al desarrollo inmobiliario de la Costa del Sol y otras áreas. Incluso, al sorprenderse por la importación de piedra para las discutidas escolleras o aumentar el territorio urbano o bien por la arena para regenerar las playas gibraltareñas, también existen empresas españolas que han hecho las extracciones o realizado los transportes, al igual que determinadas autoridades hicieron caso omiso a las denuncias de los ecologistas.
Por otra parte, las compras a este lado de la Verja de residentes en Gibraltar o gibraltareños con segunda vivienda en España, han supuesto un considerable aumento del PIB de Andalucía. Y también es preciso citar a los trabajadores españoles que realizando tareas en Gibraltar, pagan sus impuestos allí y consumen los servicios en España como educación, sanidad y otros. Ellos suponen otra dependencia de la Roca al igual que los pensionistas, antes abandonados a su suerte y que se vieron reflejados en los Acuerdos de Córdoba.
Y estos son tan solo algunos ejemplos.
Problemas y necesidades
La inexistencia de una estrategia consensuada o línea de actuación por parte de España hace, como hemos visto, que no se utilicen las posibilidades de Ceuta y Algeciras para competir eficazmente con Gibraltar, dentro de las líneas del libre mercado. Pero es que, además, La Línea es una ciudad deprimida y con grandes necesidades de ayuda que precisa de las relaciones económicas con la Roca para su propia subsistencia. Sería necesario dotar a la ciudad linense y su área de influencia, de un estatuto especial que le permitiera prosperar de forma independiente y autónoma, no con un Polo de Desarrollo como el ideado en tiempos de Franco que trajo también algunas empresas fallidas y contaminación, sino con inversiones e ideas que potencien el desarrollo local autónomo.
Y, desde luego, para evitar futuros sobresaltos que son fingidos la mayoría de las veces, sería imprescindible crear una Oficina multidisciplinar de expertos para Asuntos de Gibraltar en la Presidencia del Gobierno que, coordinada con el Ministerio de Asuntos Exteriores y los partidos, dirija y vigile la política a un lado y otro de la Verja, junto a esas otras zonas que puedan intervenir en el enredo.
Esta Oficina llevaría también los asuntos de información para que no se repitan situaciones como las recientes en que florecieron de pronto escolleras de piedra, bloques de cemento, rumores sobre un cable de fibra óptica, toneladas de arena en las playas y decenas de camiones cruzando una frontera tan sensible, sin que nadie se enterara. Y sería preciso controlar igualmente los posibles lobbies que puedan existir porque, aunque los británicos estén muy habituados a ellos, en España al no estar reconocidos legalmente, pueden actuar de forma irregular sobre todo si, como en este caso, hay tantos intereses cruzados.