Aquellos racimos inmensos de volaores, sujetos por una cuerda de esparto a la entrada de las tascas de la Feria. ¿Cuántos volaores podrían ir en aquellos racimos? ¿Cincuenta, cien, doscientos…? No lo sé, siempre me lo he preguntado. Eran volaores abiertos y encañados para que secaran mejor. “¡Volaooores, de los que volaban! ¡De los que volaaaban!”, repetían una y otra vez.
Pescado azul, que capturan a la red atrasmallada, y después meten en salmuera, para más tarde secarlos en los cordeles de los secaderos, allá en el tiempo del estío.
La Feria no son sólo luces de colores, rojas verde y amarillas… farolillos, tómbolas y atracciones… La Feria es también el olor de los pinchitos quemándose en sus anafes, por todas las calles y en todas las casetas. Y es también el omnipresente olor de las patas de pulpo asándose a la brasa y al fuego del carbón. El olor a pulpo quemado es, por encima de todas las distinciones, quizás, junto al pinchito, lo que le da sabor y diferencia a nuestra Feria. Sin estos olores, la Feria de Ceuta sería una Feria más… Sin embargo, África marca su diferencia y nuestra cultura se enraíza y se abraza con este continente. Que no dejen de secar los volaores en los días de poniente… Que no dejen de quemar el pulpo y de asar los pichitos… Que huela la Feria toda al mejor de sus perfumes: a la Feria de entonces, a la Feria de siempre… a la
Feria como tiene que ser, a la Feria de Ceuta.
La noria va girando una y otra vez: el látigo, las olas, dan vueltas y vueltas… Los caballitos. ¡Oh, los caballitos! La atracción reina por antonomasia. La tradición universal de todas las ferias del mundo: ¡los caballitos! Sí, es verdad, el subir y bajar de los caballitos, mientras, al mismo tiempo, se da vueltas y más vueltas, como si el mundo girara a tu alrededor, puede ser lo mas significativo y el grado máximo de felicidad que un niño puede experimentar en su niñez. Y nosotros, los niños del patio, transidos hasta la medula por esa tradición, montábamos a los caballitos, ilusionados en nuestra locura con tocar el cielo y la luna…Vueltas, giros… arriba, abajo… más vueltas y más giros… “Pegasos, lindos pegasos, caballitos de madera…”, como diría el bueno de don Antonio, y más tarde añadir:
Yo conocí, siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta
Machado supo captar el alma infantil como pocos, y en sus versos, ya nuestros versos, dejó para siempre impreso la magia de esos momentos.
¡Oh, la feria! Luces, colores, vértigo, alegría, ilusiones…. Fiesta de los sentidos, armisticio y pausa para la pena, que se olvide para hoy la tristeza, y que se alejen al otro lado del sueño, el dolor y la pena… Que esta noche he visto a la Virgen de África, y al pasar junto a mí, yo, su romero, le pregunté: “¡Virgen! ¿Nos veremos el año que viene, en otro 5 de agosto…? ¡Virgen, dime que sí!, ¡por amor, dime que sí!, que yo, junto al pórtico de tu puerta, esperándote, peregrino de ti, ahí estaré…