A groso modo y como todos sabemos ya, se puede decir que Estados Unidos hace lo que le da la gana. Más allá de trenzar un análisis a través de un vocabulario más elaborado o con afán de escudriñar un fondo a veces tan rebuscado como alejado de la realidad, los movimientos de Estados Unidos merecen ser retratados con la misma delicadeza con la que se desarrollan.
El conjunto de estados más señoreado del mundo procura imponer y prolongar su liderazgo mundial más allá de lo puramente político, permitiéndose la licencia de decidir qué es bueno o malo desde su extravagante perspectiva moral. Pese a las numerosas barbaridades de la diplomacia internacional que desvelaron las revelaciones de los famosos WikiLeaks, los Estados Unidos de América supieron manejar la situación para convertir en delictiva la actividad de Assange y no lo que se retrataba en aquellos documentos filtrados. En las últimas semanas, el caso de Edward Snowden, de un perfil similar, ha llevado a Estados Unidos incluso a impulsar el secuestro del presidente boliviano, Evo Morales, en su insaciable búsqueda del filtrador de la CIA. De nuevo, el contenido de dichas filtraciones, indigno de cualquier democracia por imberbe que sea, ha sido relegado a un segundo plano por el Gobierno yanqui, más preocupado en reprimir a quienes dan a conocer a los pueblos documentos confidenciales en los que reside un manifiesto interés público. En efecto, en este momento y en estas circunstancias, lo coherente para los Estados Unidos es que Assange y Snowden sean entregados para juzgarlos por su tremebundo asalto a la ley. No obstante, los estadounidenses no pensaron lo mismo cuando, por ejemplo, los rusos requirieron al ex agente de la KGB Alexander Litvinenko por cuestiones que pueden ser extrapolables.
Los yanquis continúan demostrando su convencimiento de que sus objetivos están por encima de todos los principios legales y morales que pueden existir. Ellos pueden inaugurar conflictos bélicos cuando lo deseen obviando el veto internacional, idear crudas invenciones para justificarlos, humillar y/o asesinar a cuantas personas pseudo-militares o civiles sean necesarias para salir vencedores, rebajar la resonancia de sus filtrados planes de control de todos los recursos de información tanto pública como personal para aplicarlos en oscuros fines lucrativos, demonizar con anhelo aquello que poco después reclamará y viceversa, llevando a cabo todo lo anterior unas veces en honor a la supuesta seguridad tanto nacional como internacional, otras a los virtudes democráticas y otras tantas a la justicia.
¿Qué fue la ilegal intervención estadounidense en Iraq sino lo contrario a la justicia a la que dicen defender, y contra cuyos infractores se dirigen airadamente?, ¿qué son los sabotajes, conspiraciones y ridiculizaciones reveladas por WikiLeaks sino asechanzas contrarias a las virtudes democráticas?, ¿y las “accidentales” bajas civiles?, ¿y las justificaciones falsas utilizadas para provocar el estallido de conflictos forzados?, ¿y maldecir lo que mañana será una razón poco menos que divina?, ¿qué son las provocaciones e intervenciones sino contrarias a su propia seguridad nacional e incluso a la occidental?