La historia de Ceuta nunca se ha desarrollado al margen de las vicisitudes que en cada etapa del devenir se han producido. Su situación geográfica ha condicionado la visión de la misma y ha marcado los intereses locales y foráneos. Puerto de mar, cruce de caminos entre dos continentes, portera del Mediterráneo y del Atlántico, Ceuta ha sido, desde sus orígenes, objeto de deseo para distintos pueblos que han querido establecerse en la misma y beneficiarse de sus características, una especie de Elena, cortejada y deseada por unos y otros.
De modo, que la historia de nuestra ciudad no ha sido apacible, abruptamente rota por la maldad de los últimos en llegar, sino que incluso distintos poderes muy afines cultural y religiosamente se han enfrentado militarmente para asentarse en ella. En sus más de 2.000 años de historia, desde la prehistoria hasta la actualidad, pasando por fenicios, cartagineses, romanos, vándalos, visigodos, bizantinos, musulmanes, portugueses y españoles, Ceuta ha vivido una historia convulsa, que no deja lugar a interpretaciones sectarias, consistentes en convertir a algunos de dichos agentes históricos en la encarnación de males y desastres locales.
Para algunos, parece que la frase lapidaria atribuida a Napoleón (“quien no conoce la historia está condenado a repetirla”) solamente ha de tenerse en cuenta según quién hable y de quién se hable.
En definitiva, una instrumentalización ideológica y política de la historia que cada cierto tiempo y con cualquier excusa pretende enturbiar el acontecer histórico en beneficio propio. Desacreditar a la fundación Ceuta Crisol de Culturas 2015, atribuyendo a los portugueses que la conquistaron en 1415 un baño de sangre es ignorar la historia de la ciudad en su totalidad o, lo que es peor, manipular con fines sectarios la opinión de cierto sector social de la misma.
Sobre lo que pretende poner énfasis la referida entidad es la transición desde un largo periodo de la historia local a otro que conforma en gran medida nuestro presente y es su ingreso en la modernidad con la corona portuguesa. Negar esa evidencia histórica, manipularla, convirtiéndola en algo indeseable es, probablemente, repugnancia a los valores culturales y civilizadores que con el curso de los siglos posteriores vinieron de la mano de aquella transición y marcan la historia contemporánea de Ceuta y su pertenencia al mundo libre y democrático.