A estas alturas de la crisis, en las que todavía no se sabe si el barco se hunde o no, lo único que tenemos claro es que el barco está lleno de piratas, truhanes, bucaneros y otras gentes de mala compañía. Levantarse por la mañana y asomarse a cualquier periódico es recibir una enciclopedia por fascículos sobre corruptos y otros rinconetes y cortadillos, dispuestos a llevárselo caliente sin mirar a los lados no vaya a ser que existan otros más adelantados.
La sensación que nos queda a los ciudadanos después de conocer tanto picador, es que la corrupción campa a sus anchas, impune y sin recato, que la frase de moda es “el que no roba es que es tonto”, que la justicia, en estos casos, acaba haciéndole un feo a su nombre, y que con el montante de tanto fraude y corrupción nos podríamos haber ahorrado algunas drásticas e impopulares medidas.
Cuando el barco corre peligro por culpa de la tripulación, el capitán debe coger el timón con fuerza, y mandar purgar a la marinería. Deben endurecerse las penas contra este tipo de delincuencia por crear alarma social, deben dedicarse mayores esfuerzos por parte de la policía, fiscales y jueces instructores, dictar sentencias ejemplarizantes, y obligar a los condenados a devolver lo saqueado más sus intereses legales.
No hay que desesperar, no todo es de color negro. Cuando salen en las noticias es porque estos truhanes han sido cazados y van a pagarlo.
Cada noticia de este tipo es un éxito del estado de derecho, un triunfo de la justicia, y una lamentable prueba de que el sistema democrático es débil, tal como se concibe actualmente.
Existen políticos honrados, no hay que irse muy lejos para buscarlos, tanto en los populares como en la oposición, y confundirlos con los mangantes de guante negro e indecoroso es otro triunfo del mal, y una injusticia al tratar por igual a quien no es igual. A quien más le interesa parecer igual, camuflarse, es al ganzúa; así que, cuando valoramos a todos los políticos tan mal, encima les estamos haciendo un favor.
Los partidos tienen la obligación moral y el deber ciudadano de abandonar y denunciar a quienes lo hagan, y además personarse como causa perjudicada, colaborando para limpiar la podredumbre que estos personajes dejan alrededor suyo.
Los líderes políticos no pueden dejar pasar de lado los casos evitando las salpicaduras.
Deben meter mano y enfangarse para sacar la herrumbre y carcoma que resiente y escandaliza a toda la sociedad, llámense EREs andaluces, Gurtel, Blanco, Bárcenas o Mercasevilla.
Si en las filas de los populares hay corruptos, pues acabemos con ellos. Si en las filas del PSOE hay corruptos, pues acabemos con ellos.
No apliquemos la máxima felipista de los dos huevos duros más, porque mal de muchos, consuelo de tontos.