Los Reyes, los materiales, me duraron más bien poco. En cuanto las sospechas fueron cobrando peso el cuento, el material, terminó. No así el sentido de una jornada en la que cada uno somos libres de soñar con unos deseos que quizá no se cumplan. La noche fue de los niños, pero la reflexión por el cambio es de los adultos. Recuerdo que en mi niñez por mucha carta que escribiera los Reyes siempre se equivocaban. Las marcas de los juguetes escritos pasaban a transformarse y la Nancy terminaba llamándose Conce. Tenía lo mismo que la primera, pero, luego supe, le suponía menos esfuerzo llegar hasta la chimenea de mi casa. Si sencilla era aquella situación, sencilla debe ser la carta que con los Reyes ya de vuelta a su Oriente redactemos los adultos en nuestras mentes. Solo hay una cosa que podemos pedir, una nada más: que haya honestidad. Primando este valor no es necesario otro. Lo jodido del tema es que es complicado conseguirlo, quizá porque los que han convertido la corrupción en su modo de vida impiden que la honestidad prime por encima de todas las cosas. No van a ser tan tontos de dejar que el negocio se les venga abajo.
Si los Reyes de Oriente se fijaran en este pueblo y mandaran buenas dosis de honestidad... imaginen, que eso no cuesta dinero. De un plumazo se cargarían la doble moral de la que tanta gala hacen las autoridades, tan asentada en este pueblo porque de la misma vive un pilar importante. ¿Se imaginan? Erradicar ese amiguismo, esa mano larga con el dinero de todos para beneficiar siempre a los amigotes del poder, esa hipocresía de la que tanto gustan cuando hablan de lo social, esa política creada para sustentar los beneficios y la buena vida de quienes han prostituido la democracia como sistema político puro... ¿Se lo imaginan? Prueben a soñarlo, analicen cuánta honestidad podría implantarse en los negociados particulares, en los cortijos que se han montado unos pocos, en ese negocio de la mentira, del poder más bajuno, para hacer que todo fuera algo más normal. Por pedirlo, podemos pedirlo, con ojos inocentes de niño chico que, portándose bien, cree que conseguirá lo que ha escrito en una hoja de papel. Quizá, quizá lo logren. O no, porque los Reyes pueden terminar dejándoles la Conce. Que es como la Nancy... pero...