Quién hubiera dicho a comienzos de verano que los fichajes realizados por los Lakers cuajarían en un dislate de estas proporciones. En mi opinión, el problema raíz que ha provocado todo lo que está ocurriendo es el sinfín de decisiones contradictorias tomadas por el hijo de la franquicia angelina, Jim Buss.
Sin lugar a dudas, conseguir a Dwight Howard a cambio de un jugador castigado constantemente por las lesiones (y caracterizado por una dudosa ética profesional) fue un movimiento brillante. ¿Cómo no serlo? Contar con el pívot más dominante de los últimos años (en buena parte facilitado por la ausencia de pívots destacables en esta década) es buena noticia para cualquier franquicia, sobre todo cuando pierdes muy poco. Por supuesto, la oferta tenía trampa, y es que solo le resta un año de contrato, después de ese lapso podrá negociar con quien quiera, con la posibilidad de que los Lakers se queden sin pintura y sin la posibilidad de obtener un pívot de su impacto. ¿Qué riesgos existirían para que Howard decidiera no renovar por una franquicia de la importancia de los Lakers? Solamente uno: el completar una temporada horrible. Por desgracia para los angelinos, la actual temporada está desarrollándose de esa manera.
Todo ello provocado, en gran medida, por las decisiones estúpidas de Buss hijo, potenciadas a su máxima concepción mediante la “brillante” idea de sentar en el banquillo a Mike D’Antoni. La llegada de la antigua estrella del baloncesto europeo representaba una clara contradicción con respecto al técnico anterior, supuesto especialista defensivo, que venía a ser sustituido por un entrenador con una clara apetencia por el juego ofensivo y veloz. De la noche al día, del día a la noche, demostrando que la planificación base de la franquicia no existía.
Pero la situación es aún peor: si cuentas con Howard, un bastión del juego interior, y quieres convencerlo para que renueve y sea tu nueva referencia durante los próximos años, ¿cómo se te puede ocurrir fichar a un técnico que jamás ha sabido, ni le ha gustado, jugar con los pívots? Y vamos más allá, ¿qué ocurriría si los Lakers dieran salida a Gasol a cambio de un ala-pívot anotador que abra los espacios, como le gusta a D’Antoni, y este acabara destituido por los malos resultados? La conclusión podría ser aterradora: Howard pensando en otra franquicia, Lakers sin posibilidad de rellenar el hueco dejado por aquel y, por supuesto, sin la presencia de Pau Gasol, a cambio de algún buen jugador anotador con nulas opciones de dominar la pintura, por la propia naturaleza de su juego.
Por otro lado, si los Lakers no toman la decisión de adquirir un ala-pívot anotador, ¿cómo pueden pretender que el sistema de D’Antoni funcione? Un sistema, no olvidemos, basado en la explosividad de los jugadores, aparentemente incompatible con las respectivas edades de tres de las cuatro estrellas del plantel (Kobe Bryant, 34; Pau Gasol, 32; Steve Nash, 38). El contexto es absolutamente desastroso, sin eufemismo que valga, sobre todo teniendo en cuenta los pocos años al máximo nivel que Kobe Bryant otea en el horizonte.
Quién sabe hasta cuándo se prolongará la impunidad de un personaje que, dicho por él mismo, no tiene ni idea de baloncesto.
No hace falta que lo prometa, yo creo a Jim Buss. Es casi imposible hacerlo peor en menor espacio de tiempo por mucho que uno se proponga hacerlo; no es suficiente sólo con ser un negado en el mundo de los negocios, también es necesario ignorar por completo la especialidad en la que él se encuentra inmerso, “liderando” el desarrollo de la segunda franquicia más grande la historia. Lamentable.