Más allá del encuentro Vivas-Rajoy hay vida. Miren que pensé que no. Que ya habíamos entrado en un éxtasis que era imposible darse cuenta que la realidad era otra. Pero los días pasan y las tortas son más frecuentes. Así que después de ese periodo dulce, de esos anuncios políticos cargados de ventura, llega la realidad auténtica. Y esa realidad asusta. Los fundamentos que debían sostener esta sociedad han quebrado. La gente está cansada de soportar el engaño y de sufrir las injusticias, mientras los de siempre se afanan en las mismas peleas, en mantener su lucha particular. El sistema se resquebraja y quienes tienen poder para parar el derrumbe se regodean en sus propios asuntos. Los peperos viven su orgasmo particular derivado de la mayoría absoluta, como si eso les facultara para todo. Los otros se colocan la careta de la más insultante hipocresía para continuar con los engaños, enarbolando la bandera del obrero y de lo social sin rubor. Hablan de la izquierda... ¿la izquierda para qué, para sus intereses... defienden a los parados cuando son capaces de proponer una la huelga general mientras sus líderes acumulan puestos de trabajo hasta gozar de tres y cuatro sueldos?
Son todos tan mediocres, es todo tan vergonzoso que resulta complicado recuperar la unión social verdadera, hablar de intereses puros, defender un futuro para nuestros hijos. Y todavía hay quienes se preguntan que por qué la sociedad no acude en masa a determinadas protestas. Quizá no hayan hecho un examen de conciencia sobre el trabajo que han desarrollado los poderes en todo este tiempo: políticos, sindicalistas, medios de comunicación...
La crisis moral es tan evidente, la fractura social abierta es tan sangrante que resulta complicado inyectar a la ciudadanía la vida que hoy necesita. El pasotismo social tiene mucho que ver con la gestión tan pésima que entre todos hemos permitido. Se nos derrumba el sistema y nuestra actitud, cansados, es la de un manso.