Yseguimos con la EDAR, los olores y demás. Hoy Septem Nostra sale a la palestra manifestando lo ya advertido en su día: que la obra podía haberse llevado a cabo adoptándose otras medidas para evitar lo que ahora pasa. Y por qué titulo esta columna de esa forma, porque es en lo que se va a convertir la EDAR, en un auténtico grano en el culo para nuestros mandamases. Ahí tenemos la obra del parque de Santa Catalina, vendida como una especie de victoria política con la que se ha conseguido eliminar el vertedero con el que recibíamos a todos los visitantes para sustituirlo por un parque. Lo que no dicen nuestros mandamases es qué pasará cuando el parque esté terminado y las familias con sus niños chicos vayan a ver la gran obra tan requetevendida por el PP. ¿Olerá?, ¿nos dirán que es falso, que es una mera sensación?, ¿qué se inventarán para evitar tanta crítica que se avecina?
Tiempo desde luego tienen, aunque hace falta contundencia y claridad por parte de las autoridades para que pongan soluciones a lo que ya se está denunciando. Negar lo evidente solo servirá para ir contra los intereses de todos. Septem Nostra advierte de la existencia de abundante jurisprudencia para que al final se dicte una sentencia que obliga a derribar la EDAR. Llegar a estos extremos es lo último, porque se pierde dinero y no se termina con una problemática a la que Europa nos había ordenado poner freno. ¿Por qué no se adoptan las medidas paliativas desde ya en vez de mentir descaradamente manteniendo que allí no hay olores, como hace Acuasur?
Los ecologistas, los únicos que parecen tener los pies sobre la tierra y presagiar la que se nos avecina, ya nos dice que el problema es más grave de lo que parece. Aquí no se trata de cuatro vecinos molestos y de unos cuantos paseantes quejicas... se trata de un asunto de envergadura al que tiene y debe enfrentarse la Ciudad ya que en un futuro asumirá la gestión de la EDAR y ya no podrá buscar excusas para intentar una salida airosa.
Tiempo desde luego tienen, aunque hace falta contundencia y claridad por parte de las autoridades para que pongan soluciones a lo que ya se está denunciando. Negar lo evidente solo servirá para ir contra los intereses de todos. Septem Nostra advierte de la existencia de abundante jurisprudencia para que al final se dicte una sentencia que obliga a derribar la EDAR. Llegar a estos extremos es lo último, porque se pierde dinero y no se termina con una problemática a la que Europa nos había ordenado poner freno. ¿Por qué no se adoptan las medidas paliativas desde ya en vez de mentir descaradamente manteniendo que allí no hay olores, como hace Acuasur?
Los ecologistas, los únicos que parecen tener los pies sobre la tierra y presagiar la que se nos avecina, ya nos dice que el problema es más grave de lo que parece. Aquí no se trata de cuatro vecinos molestos y de unos cuantos paseantes quejicas... se trata de un asunto de envergadura al que tiene y debe enfrentarse la Ciudad ya que en un futuro asumirá la gestión de la EDAR y ya no podrá buscar excusas para intentar una salida airosa.