La partida educativa que se ha dedicado a las becas ha sido menor este año. Dentro de los múltiples recortes aprobados, hay algunos que escuecen más que otros y éste se ha llevado todos los premios. Ya nos hemos topado con las primeras críticas de Caballas, y todavía nos llegarán más. No seré yo la que me suba al carro de la crítica por la crítica, porque creo que en esto de las becas hay muchas cosas que nadie ha querido contar. En esa época de las vacas gordas de las que siempre algunos se beneficiaban, el Gobierno optó por abrir el abanico de los beneficios hasta el punto de desvirtuar el sentido de las becas. Todo aquel que la pedía la obtenía. Desde el pobre que realmente la necesitaba, hasta el de clase social alta que con el vale se ahorraba el gastarse dinero para libros porque así se los podía gastar para sus caprichos. Eso ha pasado. Y ha pasado hasta el punto de que era considerado gilipollas aquel que, por su conciencia moral, no iba a solicitarla. ¿Cómo beneficiarse de algo que moralmente no te corresponde porque sí tienes dinero para comprar los libros? No era de recibo, pero en ese mundo de guays que inventan partidas para gastar el dinero de todos, quedaba muy bien eso de repartir vales a todos, mientras que había familias necesitadas que no es que necesitaran una ayuda... es que hubieran necesitado todas las posibles.
Eso en mi pueblo se llama despilfarro, pero claro, no importa, porque se hacía con el dinero de todos y encima todos quedaban contentos. ‘A nadie la amarga un dulce’... ‘¿eres tonta o qué... pide la beca... que se la dan a todos?’. Ustedes, al igual que yo, saben que esto es verdad, saben que la política de becas se convirtió en un cachondeo, saben que nunca se quiso poner seriedad al asunto porque, así, se tenía a todos contentos. Pero eso no vale, porque al final genera problemas.
Ahora con las vacas cada vez más famélicas nos acordamos de aquellos tiempos. La denuncia de Caballas me parecería correcta si en su día hubieran puesto el grito en el cielo cuando se chupaba del ‘estado del bienestar’ sin tener derecho. Ha existido tanta inmoralidad que ahora con la falta de dinero sale toda a la luz.