Ya que estamos en un mes veraniego nos vamos a permitir la licencia de hablar de un asunto que se sale de la temática habitual de esta columna de opinión semanal. Vamos a hablar de religión. Y lo hacemos inspirados por una serie de noticias que nos han llamado la atención sobre el fanatismo, al que llegan algunos en el seguimiento de su pensamiento religioso. Lo más curioso del caso es que no afecta a una religión en exclusiva, sino que se manifiesta en el seno de creencias muy dispares. El fanatismo no se expresa sólo en las naciones y regiones más atrasadas desde el punto de vista económico y político. En el país considerado paradigma de las libertades individuales y de la democracia, EE.UU, un congresista del Tea Party ha indignado a la opinión pública americana al hablar de violaciones legítimas. En su oposición al aborto para víctimas de violación manifestó que “el cuerpo de la mujer tiene mecanismos para cerrarse del todo”. Con ello venía a decir que la responsabilidad de un embarazo en caso de violación recae en la víctima y no en el agresor. Semejante declaración ha sido calificada por el presidente Obama de “insultante” y sus compañeros de partido, aunque no todos, le han exigido su dimisión. Estas declaraciones han sido realizadas por el congresista Todd Akin, en cuya biografía destaca que cuenta con el Master of Divinity, que es el primer grado profesional del oficio pastoral cristiano en Norteamérica.
Cambiamos de escenario y nos trasladamos a Jerusalén, donde se acaba de inaugurar una exposición sobre el modo de vida de los judíos ultraortodoxos. Estos, conocidos como los haredim (los temerosos de Dios), viven en un mundo aparte y cerrado. Entre sus costumbres se conoce que las mujeres tienen que ocultar su cabello con una peluca con signos de recato. Y el conjunto de sus integrantes no ven la televisión, ni visitan los cines y los teatros. Lo que sí hacen es tener muchos hijos, en torno a siete hijos por pareja. No se trata de una minoría reducida. Según informa El País (22/08/2012, pag.23), suponen ya el 11 % de la población israelí.
Nuestro último destino en este tour por los escenarios del fanatismo religioso nos lleva hasta Mali. En el norte de este país se ha constituido, -según explica el investigador español Fernando Reinares (El País, 11/08/2012, en “la cuarta página”)-, un condominio yihadista por tres organizaciones radicales que “dictan estrictas normas de comportamiento y obligan a una observancia fundamentalista de la “sharia” que contradice el entendimiento tradicional, abierto y tolerante del Islam en el Sahel”. Como ejemplo del fanatismo de estos grupos, Reinares comenta que “parejas jóvenes son azotadas públicamente en Gao por tener hijos fuera del matrimonio; antiguos mausoleos de la histórica Tombuctú son presentados como expresiones de idolatría y demolidos con saña; la enseñanza de la filosofía o de la biología, etiquetadas de saberes impíos, se prohíbe en las escuelas de Kidal. Una suerte de policía religiosa patrulla esas ciudades y otras localidades de su entorno, castigando a la gente por hábitos y costumbres que para los yihadistas son pecaminosas”. También hemos sabido que se han aplicado algunos de los castigos incluidos en la “Sharia”. Así a finales del pasado mes de julio se supo que una pareja con dos hijos fue lapidada por vivir juntos sin casarse. En aplicación de la misma ley, a un joven al que acusaron de robar una moto le amputaron la mano ante decenas de personas.
¿A qué se debe tanto fanatismo, tanta sinrazón, tanta crueldad y violencia?. Bertrand Russell consideraba a la religión “una enfermedad nacida del miedo y una fuente de indecible miseria para la raza humana…La religión es perniciosa no sólo intelectual sino también moralmente. Quiero decir con esto que enseña códigos de conducta no conducentes a la dicha humana.”. Los hechos parecen darle la razón a tan insigne filósofo inglés. Sin embargo, las religiones han tenido a lo largo de la historia y siguen teniendo el difícil objetivo de intentar responder a las preguntas sin respuestas que todo hombre se plantea debido a su innata capacidad de trascendencia. Preguntas del tipo: ¿Por qué? ¿Para qué propósito? ¿Hacia qué fin?, forman parte del campo de acción y pensamiento de las religiones. Si esto es así, ¿Cuál es la razón del extremismo al que llegan la mayor parte de las religiones?. Lewis Mumford, identificó en su obra “la conducta de la vida” ciertos errores comunes a las creencias religiosas más extendidas por el mundo. El primero de estos errores es suponer que el cosmos y todo lo que contiene, incluida la tierra y los seres que la habitan, es la obra de un autor individual “que ha escrito el guión y ha supervisado el desempeño”. No menos disparatado es, según Mumford, pensar que se trata de una acumulación sin sentido de hechos inconexos y aleatorios como piensan los materialistas.
En opinión de Mumford, la religión ha errado en la identificación de Dios con la totalidad de la existencia o el ser: o, peor aún, ha tratado de hacer de Dios el fundamento de todos los procesos y eventos: el omnipresente, el omnisciente y omnipotente. Al colocar a Dios en una posición de responsabilidad activa en los procesos cósmicos, o en la existencia del hombre, casi todos los sistemas teológicos se han echado sobre sus espaldas una serie de falsos dilemas, y en su búsqueda de una respuesta a lo incontestable, ha salido con razonamientos infantiles.
Siguiendo el razonamiento mumfordiano, debemos desechar la idea de tomar a Dios como el creador activo, tal y como se concibe en los libros sagrados, las Vedas, el Corán y la Biblia. Más bien tenemos que suponer que es el resultado final de la creación; de modo que el Reino de Dios, latente en la naturaleza, es la consumación ideal de todo el proceso. De modo que “ si uno encuentra a Dios en el otro extremo del proceso, no como el fundamento que subyace a toda la estructura de la vida, sino como el aún sin terminar pináculo que en última instancia podría coronar, el desarrollo del mundo y la propia vida humana comienza a tomar una forma racional; entonces la empresa del hombre se convierte no tanto en la simple contemplación como en la activa creación de lo divino. A la luz de su destino final, incluso los más iniciales pasos anteriores en el desarrollo, hasta ahora sin sentido o sin valor, incluso insensatos e irracionales, se convierten a través de este divino presagio mucho más significativos”.
Más allá de esta distinta visión del papel de Dios en la creación del mundo, el futuro de la humanidad para el trabajo común en pro de la unidad en todos los niveles de la actividad humana, incluida la religión. Un nuevo universalismo similar al que fue expuesto por Keshab Chandra Sen: "Creo en la Iglesia Universal, el depósito de toda antigua sabiduría y el receptáculo de la ciencia moderna, que reconoce en todos los profetas y los santos una armonía; en todas las escrituras una unidad, y a través de todas las dispensaciones una continuidad, que abjura todo lo que separa y divide y siempre aumenta la unidad y la paz, que armoniza la razón y la fe, el yoga y hhakti, el ascetismo y el deber social... y que pondrá a todas las naciones y sectas un reino y una familia en la plenitud de los tiempos ". En ese espíritu, sólo en ese espíritu, las religiones clásicas encuentran la regeneración: sólo así pueden todas las naciones y tribus y pueblos, para usar las palabras del Apocalipsis, reducir las distancias de una a otra.