Hace un par de días, mientras miraba en televisión, con cierta indiferencia, un reportaje sobre la Feria de Málaga, surgió una escena que atrajo poderosamente mi atención. Entrevistaban a una señora, y oí como ésta afirmaba que era de Ceuta, pero que no se perdía ningún año aquella hermosa Feria. Me vino a la mente, entonces, una expresión bien caballa, al pensar que dicha paisana, la dama ceutí que pronunció tal frase, era una evidente partidaria del “caldeo”, es decir, lo que en nuestra ciudad se conoce -o se conocía- como “una caldeá”.
Por definición, “caldear”, entre otras acepciones, significa estimular el ánimo de alguien, de un auditorio, de un ambiente, de una reunión, etc. Al menos en Ceuta -ignoro si esa particular acepción está más extendida- alguien “caldeado” o “caldeada” -pronunciado ”caldeao” o “caldeá”- es una persona amiga de la fiesta, de la alegría, del jolgorio, de la animación. -”Menudo “caldeao” es ese”, se decía, convirtiendo en sustantivo lo que normalmente sería un adjetivo. Así es, o así era, al menos, en mis tiempos de juventud y primeros años de madurez.
Pensando en aquella época feliz, me viene el recuerdo de un personaje característico de la Ceuta de entonces, Emilio Vaquer Moreno, cariñosamente conocido como “El Gachólitro”, prototipo del “caldeao” por excelencia. Bailarín, simpático, bullidor, bienhumorado, nunca pasaba inadvertido en cualquier festejo o reunión a que asistiera. Se cuenta de él que cierto domingo, al salir de la misa de doce en San Francisco, coincidió con algunos amigos, y decidieron, sin más, coger el barco para darse un garbeo por la Costa del Sol. Nada dijeron a sus familiares, y aparecieron pasados dos o tres días, como si tal cosa, después de haber mantenido, según es de suponer, una continuada sesión de “caldeo”.
Eran otros tiempos, pero aunque ahora llevo una existencia mucho más retirada del general ruido, deduzco que, si bien la cosa no está precisamente para bromas, tiene que seguir habiendo en Ceuta gentes que continuarán mereciendo el afectuoso apelativo de “caldeás”. Personas, en definitiva, que, a su rumbosa manera, saben disfrutar de la vida, sacándole jugo.