Los retrasos en el abono de las nóminas a los trabajadores de la guardería ‘La Pecera’ han sido criticados por el propio presidente de la Ciudad, Juan Vivas. Pero esa crítica no puede quedar en un mal sábado, sino que debe llevar pareja una advertencia, y seria, a la empresa para que evite los perjuicios que ya ha creado en quienes son sus empleados. Hoy lo contamos en ‘El Faro’, el banco no entiende de retrasos y los afectados ya han tenido que hacer frente a la carga de intereses por no haber recibido el ingreso de su nómina. ¿De esto quién es responsable? Vivas advierte a la empresa que no aceptará presiones de este tipo, y la empresa, que apareció de la nada -¿o no?- para desembarcar en la ciudad y llevarse la externalización de la guardería municipal, mira hacia otro lado como si con ella no fuera la historia y utiliza a sus empleados como moneda de cambio. La Ciudad no puede quedarse de brazos cruzados, ni permitir espectáculos de este tipo. No es de recibo que ralentice los pagos a sus empleados ni que juegue con ellos mientras que los servicios de que dispone la Ciudad no les aplican ningún tipo de control.
Visiblemente molesto, el presidente Vivas denunciaba las prácticas, los modos y maneras que se están asentando como un estilo de vida entre algunas empresas, poniendo como mala de la película a la Ciudad por el retraso en sus pagos, sin disponer de liquidez alguna para cumplir con lo que sencillamente es su obligación.
En toda esta película tenemos a unos trabajadores que no tienen por qué estar atentos ni a los mosqueos de Vivas ni a la actitud impresentable de ‘Arasti Barca’. Ellos trabajan y tienen que cobrar por un servicio hecho. Esos trabajadores tienen sus obligaciones, tienen que cumplir con una serie de deberes y no entienden de un caos vergonzoso como el que se está generando. No hablamos de cuatro gatos y medio, sino de 70 personas. La Ciudad no puede permitir chulerías de este tipo porque, de entrada, dispone de sus medios correctivos para que hechos así no se produzcan. Actuar, y ya, es la única manera de no conseguir presiones más propias de otros ámbitos y no precisamente los empresariales.