Nuestros hijos son lo más importante de nuestra vida, no hay duda, por lo menos para mí lo son, pero seguro que también para muchos… Sí que lo fue para el padre que murió con sus brazos en torno al cuerpo del crío de tres años –autista- que ahora tendrá plaza en el colegio que su padre eligió para él y que lo ha llevado a la muerte, por esas carreteras estrechas y desbandadas.
Es madre la del Cuco, una madre muy equivocada, pero madre y protege a su hijo como hacen muchas cuando pegan, cuando maltratan y cuando hacen daño a todos , incluso a ellas mismas, hasta que se dan cuenta de que lo que hacen está mal, terriblemente mal, porque han alimentado dioses del averno con poder para quitar la vida ajena y destrozar familias , de otros padres y otras madres, que no son los suyos, que de rebote también, sufren la tropelía.
El caso de los niños de Córdoba anda estancado, después de las acusaciones del abogado que fue reprendido señalando al entorno de la madre, con indicaciones de los padres del hombre , que reconoce haberlos perdido, sin saber cómo , ni de qué extraña manera, habiendo muchos, que se sienten más padres que nadie , pero no pagan manutenciones , ni se comprometen a nada, a decir , con la boca necia, que por qué no miran en el entorno de la madre , que lo mismo es un secuestro materno , para mantenerlo en la cárcel a él.
A mí me duele que haya niños desaparecidos, perdidos como Melanie o Jeremy y que no se sepa nada de ellos, de que la policía se afane y que ellos sigan ahí , en la inopia más absoluta. Me da rabia que el cuerpo de Marta no aparezca, que no lo tengan sus padres y que puedan –mínimamente- pasar página, como la familia de Esther, aunque sea cumpliendo el rito de enterrarla. Pero en el caso de los Bretón, no hay nada, porque el rastro se pierde en esa casa enorme y ese paseo al parque del que no se tienen datos , más que el padre estaba nervioso y asustado y pasó al lado de un guardia de seguridad y no le pidió ayuda y cuando lo hace con un policía, mira, con miedo, a todas partes.
En España existe la presunción de inocencia, es la que lleva a gente encontrada con las manos manchadas de sangre, del que acaban de matar, a tener derecho a un abogado y a sacarse conejitos de angora del sombrero. Es lo que hace que haya muchos que se les seque la lengua en los juzgados cuando a la policía le contaron, con pelos y señales, el horror que habían causado. No, no crean que me quejo, antes un asesino fuera que un inocente dentro, pero me joroba que se salten las matas y que se salgan por la tangente, no se lo voy a negar, no, cuando me rechinan los dientes y me crispan los nervios este estado de necedad de algunos que no suman dos y dos porque les sale malva, como animal de compañía y encima te quieren hacer tragar ruedas de carro, en casos como el de Bretón, donde hay tantos argumentos de separación y custodia , que duelen a muchos que se ven como protagonistas. Conozco demasiados padres que se portan como deben con sus hijos, como para creer que uno de los padres por su sexo o condición es más apto que el otro .Por eso no me decanto por uno , sino por el que quiere, con arrojo y visceralidad, el que está ahí para todo, porque así se quiere y me duele cuando los hijos, que son bienes preciados, son usados como arma arrojadiza al contendiente, en la ya extinta cama. Hombre y mujer, padre y madre, matan a sus hijos como Saturno devorando a los suyos, por lo que sea, llámese celos, locura o mala leche, eso no los hace ni menos culpable, ni a mi modo de ver , es algo personal, menos basuras. No digo con esto que Bretón sea culpable, ni la madre de esos niños, solo digo que no están y que no aparecen y que deberían estar con los que los quieren, que quien haya hecho algo, que lo pague, sin falsas tonterías, ni levantamiento de cabezas, porque lo que importa falta de sus casas y de sus cunas, porque lo que importa es la risa franca, el vaivén de los columpios y el llamarte mamá o papá, solo se levanten, por la mañana.