En los últimos días de campaña salta el movidón político de ‘La Pecera’. Los de Caballas diciendo que hay intereses ocultos y la Ciudad, a través de Márquez, acusándoles, más o menos, de ser los payasos del show político de la campaña. Y a mí, qué quieren que les diga, ni unos ni otros me convencen con sus argumentos. Sólo hay un hecho objetivo que a nadie escapa: que la puesta en funcionamiento de la guardería está tardando demasiado, que la empresa guarda un hermetismo con los medios algo extraño y que se llevó la adjudicación del concurso porque decía que iba a contratar más gente que el resto de opciones. Contra eso nada se puede replicar porque los papeles están ahí. La empresa Arasti se llevó más puntos que el resto de entidades que querían explotar la guardería de Juan XXIII porque decían que iban a contratar a 12 personas más. Ahora nada es así y se nos intenta explicar que se les permitirá que hagan un estudio previo sobre cuántos padres quieren apuntar a sus niños en clases de tarde para saber si, así, les resulta económico contratar a ese personal extra. Esa explicación, además de absurda, no hay quien se la crea. Sobre todo porque provoca una discriminación sobre el resto de empresas que se presentaron a la misma oferta. ¿Se imaginan que cualquiera de las que quedaron fuera hubiera dicho que aportaba 50 contratos más? Se habría llevado la adjudicación de inmediato, sobre todo si hubieran sabido que después se les permitiría recular para decir que cuando tuvieran demanda suficiente harían esos contratos. Al margen de que esto provoque un rifi rafe político, yo me quedo con el careto que se les habrá quedado a las empresas que compitieron y con lo mal que ha empezado una guardería ansiada y que, por cierto, había generado unas expectativas de trabajo impresionantes.
Se pide urgentemente una comisión informativa y, a todas luces, debe haberla. Y no ya para satisfacer los ánimos electorales de los partidos sino por la necesidad de dar claridad a una historia que, de momento, para mí no la tiene.