Hescrito muchas cosas, pero siempre creo que podría haberlo hecho mejor, y eso es lo que hace que no abandone mi empeño de escribir algo realmente bueno. Tengo la ilusión de escribir, y no importa nada más. En el libro de la vida pasa exactamente lo mismo: queremos ser realmente buenos. Hasta el más malo de los seres humanos siente ese deseo en su interior de ser una buena persona.
Tanto en la vida como en la literatura podemos copiar a otros. El ser humano ha hecho y escrito tantas obras a lo largo de la historia que necesitaríamos dos vidas: una para saberlas, y otra para hacerlas. Pero, como sólo tenemos una vida, lo mejor es ser conscientes de nuestras limitaciones, y escribir el libro de la vida con nuestras propias palabras. Tenemos la ilusión por vivir, y no importa nada más.
Hay escritores realmente buenos, aunque ninguno capaz de superar la realidad con su ficción. Así, ¿quién habrá escrito el fascinante Libro de la Vida? O mejor, ¿Somos los seres humanos los que escribimos ese libro con nuestros quehaceres diarios, o hay un “Shakespeare” que lo escribe para nosotros, sus actores?
A veces, las preguntas son más importantes que las respuestas. Así, ¿existe el destino?
En la literatura, es el capricho de la pluma del artista el que nos lleva de su mano por una divertida comedia, o por un trágico drama. Los artistas nos hacen llorar y reír a su antojo. Otros nos hacen pensar, o nos llenan de intriga hasta palidecer. Y algunos juegan a confundirnos con la ficción y la realidad. La vida es, en unas ocasiones, un drama, en otras, una comedia, lo que pasa es que aquí morimos, lloramos y reímos de verdad.
El escritor que escribe la vida no debe basarse en la fama y el prestigio; hay demasiadas cosas en juego que son reales, podemos palparlas todos los días.
Existen personas a las cuales el destino les otorga el don de escribir sobre la vida de los demás. Tienen el poder de escribir el maravilloso Libro de la Vida. Son seguidos con devoción, son buenos escritores. Ninguno sería capaz de inventar la Vida, ni tan siquiera son capaces de entenderla; se limitan a vivirla y escribirla, sin más.
Tanto para vivir como para escribir todos tenemos nuestro propio estilo, o al menos sabemos el que más nos gusta. Hasta donde llega mi modesto conocimiento sé que han habido diferentes períodos literarios: los clásicos, la edad media, el renacimiento, la ilustración, el romanticismo, el realismo, y así hasta nuestros días. Todos intentaron dar una visión de su época. Pero el que más me llama la atención, quizá por la cercanía, es el movimiento del siglo XX hasta hoy. Numerosísimos cambios y tendencias. El mercado está inundado de obras literarias maravillosas, sólo tenemos que leerlas, que es como decir vivirlas. Eso sí, siempre buscaremos nuestro propio estilo, mejor o peor, pero auténtico. Para mí, la única forma de vivir y escribir es ser fiel a uno mismo.
He vivido muchas cosas, y pienso que podría haberlas vivido mejor, y eso es lo que me impide abandonar el empeño por vivir algo realmente bueno. Tengo la ilusión de vivir y no importa nada más.