Hasta última hora hemos tenido que asistir a una campaña sucia. Los cierres de campaña se llenaron de acusaciones y se vaciaron de proyectos. Una estacada más a la democracia. La guerra de panfletos es un ejemplo de lo que realmente mueve la política, marcada por acusaciones barriobajeras e insultos por un lado sensibles y por otro muy dañinos para nuestra sociedad. Pero eso no importa, interesa los votos, no la forma de obtenerlos. Nos llenamos la boca creyendo que hemos avanzado, que somos más desarrollados y demócratas, cuando seguimos formando parte de un cortijo en el que los hay que no quieren perder privilegios y, al estilo de la Belén Esteban, matan. No por su Andreíta particular, pero sí por no dejar el poder. Así nos topamos con las siempre esperpénticas apariciones. Regresan cadáveres políticos que dejaron la olla a medias y ahora amenazan con regresar para comerse ‘el culico’, que es lo que lleva más alimento del manjar, o al menos eso es lo que decían las abuelas. Y vuelven las apuestas en forma de jóvenes promesas, aquellas que se han ido acercando a los partidos haciendo valer el poder que dicen tener. Ya saben... que si muevo esta barriada, que si la otra... Todos coinciden en algo: tratan al electorado de tonto. Se ríen de nosotros y desgraciadamente siempre consiguen algo porque se aprovechan de las personas que carecen de la suficiente formación como para diferenciar la promesa del engaño. Practican además un juego peligroso: prometer para luego, ya veremos, cumplir.
De la jornada de hoy espero tranquilidad, algo en lo que tendrán que influir, y mucho, las fuerzas de seguridad. Sobre todo en terrenos pantanosos que intentarán ser controlados y en los que habrá intentos de compra de votos. Lo hemos visto otros años y, desgraciadamente, lo veremos en este. Usted vote en conciencia pero hágalo dando la importancia que merece a la acción que está llevando a cabo, sin manipulaciones. Ya hemos tenido demasiados lobos con piel de cordero durante estas semanas. Demasiados.