Se palpa. Estamos en plena campaña electoral. Oficialmente desde el jueves, y bajo las más diversas estrategias desde hace algún tiempo. Tiros y troyanos agitan el soplillo publicitario tratando de avivar hacia su causa las brasas del cisco electoral, mientras el presumible triunfo arrollador de los populares sigue irradiando del fogón. CSI dixit. En teoría es una encuesta fiable. Los 21 escaños que otorga al PP parecen excesivos, aunque no un dislate, visto lo visto. Los de la gaviota están que se salen. Cuidado con las euforias. Una relajación de sus votantes a la hora de acudir a las urnas, pensado que la goleada será un hecho, podría rebajar la diferencia. Por ahí podríamos darle cierta salsa a este soso guiso electoral: la entrada o no de Aróstegui, por ejemplo, en el convite de la legislatura. ¿Seguiría el líder comisionista en la pomada si los electores volvieran a negarle su escaño? In aeternum. Juan Luís es incombustible.
De confirmarse el anunciado aplastante triunfo de Juan Vivas, sería una de las noticias nacionales de estos comicios. Digo bien, Vivas. Con otro líder, a buen seguro, estaríamos ahora con diferentes números y cábalas. Cábalas, que no Caballas, la coalición de tantas ruedas de prensa. Hay que hacerse notar de la forma que sea. Si como en el boxeo las elecciones se pudieran ganar a los puntos, habría que apostar más alto por esa coalición de intereses, dada su combatividad y más ganas de pelea. Pero al electorado actual le va más el mensaje de moderación y serenidad. Que se lo pregunten a Rajoy con su cambio total de estrategia después de su fracaso en las pasadas generales. Claro que, con la que está cayendo, lo de Mariano es ya excesivo. Algo así como Gallardón, al que las encuestas le hacen bajar a diferencia de Esperanza Aguirre, que sube como la espuma con su discurso incisivo pero oportuno e inteligente.
La precampaña en Ceuta no es la que era. Los pocos líderes nacionales que nos visitan ya no ofrecen mítines en grandes locales o en amplios recintos. Se repliegan en hoteles o en locales pequeños, al calor de fieles y simpatizantes, esos que, afines a su cuerda, gustan recrearse los oídos oyendo su propia música celestial. Tampoco hay ya mítines callejeros. La política ha perdido el interés de una ciudadanía que cuestiona a sus políticos y a su credibilidad. 40 millones de euros nos van a costar las elecciones, de los que PP y PSOE se reparten 25. ¿Quién dijo crisis? Lamentable.
A lo que íbamos. ¿Y las demás fuerzas? Me agrada el discurso racional y sosegado de UPD. Trae un soplo de aire fresco muy de agradecer. Como el de Los Verdes. Me hubiera gustado oír a Rosa Díez, tal y como hizo cuando la presentación de su partido en Ceuta. Es un lujo ante tanta mediocridad. Pero como Zapatero, y visto que aquí no hay nada que hacer, es lógico que Rosa apueste por otras plazas con mejores perspectivas. El que si vino fue Rajoy, con hermosas y prometedoras palabras para Ceuta. Ya veríamos si llegara a La Moncloa y conforme a ese cariño que manifiesta por nosotros, volvería a visitarnos como presidente del Gobierno.
Otra interesante incógnita son los socialistas. Carracao es una cara joven con ganas y voluntad. Las viejas heridas aún no cicatrizadas en su partido no juegan a su favor. Menos aún con el momento que vive el PSOE a nivel nacional. El posible voto de castigo al partido, a modo de abstención, por seguidores y simpatizantes, puede jugar en su contra. Y lo del coche eléctrico, adelante, pero primero propicien ustedes las herramientas fiscales y estímulos precisos para que alguien se anime a invertir en el proyecto.
A todo esto, los sucesores de Mizzian vuelven con lo de promover la creación de una Policía Local multirracial, acorde con las características de la sociedad ceutí, “donde quede reflejada la convivencia y la equiparación entre las distintas comunidades”. Ahí queda eso. Señores del PDSC, el acceso a la función pública está abierto a toda la ciudadanía sin ningún tipo de distinciones, privilegios o exclusiones. Valga el ejemplo de esa decena, aproximadamente, de excelentes agentes musulmanes, a los que nadie les ha regalado su plaza.
Y del debate Vivas – Alí, poco que decir. No me agradó. Tampoco esperaba gran cosa. Demasiado encorsetado y cada uno por su lado. El presidente con las cifras y las realizaciones de su gestión en la mano. Alí con su proverbial victimismo y populismo.
Ni uno ni otro creo que hayan sido capaces de hacer variar el voto de nadie tras su cara a cara. Y para ese viaje no se necesitaban tales alforjas de las ondas hertzianas.