Si no acostumbro a escribir sobre mi barriada, no es porque carezca de problemas, qué va. Es porque todavía recuerdo a un ex consejero, representante de la extrema derecha en Ceuta -porque la hay-, que se permitió el lujo de meterse con dos personas de esta Casa diciendo que como residíamos en San Antonio estábamos promoviendo un movimiento popular en contra de la EDAR. Sucede que cuando eres tú quien tiene los problemas evitas escribir sobre ellos para que no te acusen de lo que hizo el menda, ahora defenestrado hasta en el partido que lo aupó. Pero con la que está cayendo en San Antonio, se puede hacer de todo menos callarse. Por si ustedes todavía no lo saben, de la noche a la mañana nos han cortado la carretera por lo que para llegar a nuestras casas debemos dar la vuelta al Hacho y bajar por la ermita. Pero ¿saben que hay en la ermita? Pues otra obra que deja sólo un carril libre, con lo cual imagínense el caos de tráfico y la peligrosidad que allí se concentra. No hay vigilantes para controlar el paso y, cuando quieren, te sorprenden cortándote esta única vía de entrada y salida. Hay vecinos que se han quedado hasta 20 minutos de reloj esperando para poder pasar por la vía. ¿Lo ven normal? Pues eso es lo que está pasando.
A ningún vecino nos informaron del inicio de las obras. Así que de la noche a la mañana nos topamos con un prohibido el paso y una obligación: dar toda la vuelta al Hacho. Tuvimos que averiguar el porqué de las obras, y todavía intentamos saber qué tubos fueron los que nos colocaron el pasado verano cuando tuvimos que soportar más cortes de vías, e interrupciones continuadas en el suministro de agua, luz o teléfono.
¿A nadie se le ha ocurrido hacer la obra por tramos, abriendo una parte de la vía primero y otra después para dejar un carril de subida o bajada siempre libre? Creo que ni se han parado a pensarlo, han actuado imponiendo sus normas, cortando del tirón y obligándonos a cientos de residentes a cumplir un trayecto carente de seguridad y plagado de deficiencias. Un trato al que estamos habituados en una zona en la que carecemos de alumbrado público suficiente y en el que llevamos años dejados de la mano no de Dios, sino del señor Vivas.