Se suele decir que ‘año nuevo vida nueva’. Ojalá fuese así, pero nada más lejos de la realidad, ya que, realmente, el tiempo es algo intangible que no se puede medir, pesar ni contar, por lo tanto, todo cuanto tenemos pendiente desde atrás lo tenemos delante para bien o para mal, lo mismo que ocurre con la política de quien gobierne a nivel nacional o local, en nuestro caso, aquí mismo, en estos doce kilómetros comprimidos más que cuadrados, que es el llanto y la alegría, lo justo y lo injusto, “el pan nuestro de cada día” que, para más de cuatro millones de españoles, entre los cuales se encuentran más de nueve mil melillenses, lo injusto, el dolor y la falta de recursos es el día a día largo, interminable.
Aquí, en nuestra minúscula tierra no se puede, bueno sí se puede porque se está haciendo, privilegiar a las personas y grupos afines y discriminar, marginar a cuantas entidades y personas no se encuentran en la órbita de quien gobierna democráticamente pero edulcurando la democracia y las reglas de juego que nos hemos dado, algo que le está ocurriendo a la nueva directiva de la Comisión Islámica de Melilla, a la nueva singladura democrática que lleva ron a cabo hace cerca de un año.
Al nuevo proyecto que dentro de nuestra Carta Magna se han dado así mismo, poniendo al día lo que clamaba un cambio, ahora resulta que como la anterior directiva rompió sus relaciones con el gobierno local, la que ha surgido democráticamente, tiene, le exigen, pedir perdón, así como suena, perdón por lo que hicieron en su día otras personas con la razón o sin ella. De tal manera que a día de hoy, después de pedir públicamente entablar buenas relaciones, de pedir ser recibidos, le remiten más o menos a eso del perdón. ¿Es esto normal?, ¿es asumible por un gobierno y por una sociedad democrática?, ¿aún conservamos en la recámara de nuestras mentes el tic del totalitarismo?
¿Es normal que se den subvenciones sin pegas de ninguna clase a quienes les sean más asequibles? ¿Se puede seguir “jugando” a enfrentar sibilinamente, hablando con la boca pequeña de Democracia y con la grande haciendo todo lo contrario? Melilla no es un laboratorio donde intoxicar, envenenar, esperar a ver los resultados de los experimentos políticos. ¿Saben a que nos puede llevar ese afán tremebundo, rencoroso y antidemocrático de captar votos a costa de lo que sea? Todo tiene un límite y nadie, ¡absolutamente nadie!, puede poner a un lado los “buenos”, los adoptados, los recompensados y al otro lado de la balanza, a las personas o asociaciones marginadas. Esa manera de hacer la política, la mala política, nos puede llevar a un colapso ciudadano.
El mejor gobernante, el mejor gobierno es el que trabaja en silencio, sin favoritismo, sin cohortes de aduladores que cuando acabe el poder pasarán a ponerse al servicio de quien tome la vara de mando y el sillón de los sueños. No hagan a Melilla un daño irreparable.