Es el cuento de nunca acabar. O peor: la pesadilla que se repite sin que haya medios para paliar esta problemática. Me refiero a las largas colas que se producen en la carretera a la frontera y que terminan teniendo consecuencias para todos los ceutíes. Más para unos que para otros. Por ejemplo, aquellos que residen en el Príncipe, o los que trabajan en el Hospital o quienes tienen que acceder a sus negocios en el Tarajal. Ellos fueron víctimas principales de una situación que terminó, ayer, afectando a todos, de manera más o menos directa. ¿Y mientras? Pues nada. Porque las administraciones no han buscado una medida para solucionar un problema que se repite cada vez que Marruecos se incomoda por algo o cada vez que los carriles de la frontera se abren al capricho del agente de turno. La consecuencia es el caos, como el de ayer.
Resulta inconcebible que la gente tuviera que dejar su taxi o abandonar el autobús y marchar andando a la frontera, o a la inversa, de regreso al centro porque era imposible salir del colapso. Resulta inconcebible la inexistencia de soluciones ya que ni los controles de las fuerzas de seguridad eran suficientes y válidos para resolver la situación en... pongamos... ¿una hora? Ni por esos. Las colas comenzaron a hacerse visibles al mediodía y pasadas las nueve de la noche seguían. Todo un récord de poca vergüenza y falta de acción política. O lo que es lo mismo: la ineficacia al poder.
Las ambulancias buscaban vías alternativas para llegar al Hospital, pero qué me dicen de los usuarios que se vieron atrapados por sorpresa, o aquellos que acudían a suplir a un familiar o a resolver algún trámite. Para ser finos, tocaba fastidiarse.
Las razones hay que buscarlas en lo de siempre: los aduaneros de morros porque se les investiga, la frontera española que no funciona porque los dos Cuerpos que tienen que trabajar se enfrentan en piques absurdos de competencias o los picos de afluencia que nunca se esperan y a los que se reacciona sin solución alguna.
Esto es lo que tenemos en una situación sin salida, a la que no se ha puesto control alguno a pesar de ser un problema de envergadura. Y mientras se organizan homenajes por la buena labor que desempeñan ¿quiénes? La frontera sigue siendo esa línea caótica que separa ambos mundos, esa línea en la que nadie quiere meter mano porque la diplomacia echaría chispas, ese coto privado en el que hay quienes miran hacia otro lado para evitar ser partícipes de lo que no es más que una auténtica bomba de relojería. Y hoy hablamos sólo de las colas, porque para otros asuntos está la Fiscalía y los informes que lleguen a su poder, no los periodistas ni los arrepentidos.