En ese intento que tenemos por etiquetar todas nuestras acciones para así calmar nuestras conciencias ayer tuvo lugar la celebración del aniversario de la declaración de los derechos humanos. Otro año más, otra lectura de derechos y otra reunión entre representantes de distintos sectores concentrados en una misma sala para hablar de lo que debiera cumplirse. Más allá la realidad es bien distinta. Los derechos humanos se cumplen cuando conviene. Las actitudes hipócritas de los estados se encargan, precisamente, de disfrazarlos. La celebración de este aniversario termina siendo tan virtual como cuando honramos la Constitución y su ristra de artículos o como cuando los mandamases celebran cada jornada que está marcada con un sentir concreto para hacer que, ese día también concreto, lo hagamos presente.
Resulta irónico, mucho, hablar hoy de derechos humanos. Al otro lado de la frontera crece una crisis permitida y fomentada por el gran dictador. Un dictador del siglo XXI que se reúne con presidentes y reyes y a quien nadie se atreve a catalogar como lo que es. El Gobierno central camina cabizbajo, sin saber cómo hincar el diente a la crisis con el vecino, sin etiquetar a quien tiene en su contra como lo que es. ¿Acaso no se pisotean los derechos de esos periodistas que hoy no pueden ejercer su trabajo al otro lado por culpa de una persecución a la que nadie pide explicaciones? Ante esta situación en Madrid sólo saben argumentar que ‘no comparten’ lo que sucede mientras buscan la manera de agarrarse los pantalones ante su caída continua.
No podemos conmemorar la declaración universal de los derechos humanos como si nada ocurriese, como si el hoy fuese igual que el ayer, como si la solidaridad fuera cosa de unos pocos, como si lo que pasa al lado no fuera con nosotros porque sólo afecta a unos pocos. Ante este atropello cabe de todo menos la normalidad. Por eso no entiendo que siga habiendo celebraciones basadas en el márketing, actos superficiales que se centran en una reseña periodística mientras que a unos cuantos pasos de Ceuta se están pisoteando los derechos de unos pocos humanos. ¿De qué va este juego?