Hay cuestiones que pasan a estar en primera línea de información y se habla de ellas como si no hubiera otras en las que pensar y solucionar; pero siempre hay otras muchas que tienen igual o más importancia que aquellas y que afectan a la sensibilidad personal.
El ser humano es sensible por naturaleza y tiene capacidad para acoger en su sentir todo cuanto ocurre y responde a ello de forma muy diversa, según que entren en juego, al mismo tiempo, otras consideraciones de muy diverso tipo.
Su decisión, en cada caso, puede ser una u otra según la información que haya recibido y la estimación que pueda hacer sobre los resultados a conseguir.
Es fundamental, por tanto, que el ser humano proteja su sensibilidad y que la cultive al máximo de sus posibilidades, pues son muchas las tendencias contrarias a ese sentir humano; a su libertad de buscar, encontrar y amar la verdad.
En estos días se han tomado decisiones para combatir la crisis económica que venimos padeciendo desde hace ya bastante tiempo. Es motivo de satisfacción que haya habido un acercamiento, aunque disimulado, hacia algunas de las opiniones sustentadas por otros, que habían sido combatidas o rechazadas de entrada, pero llega tarde y lento será el resultado a obtener.
Mientras tanto, ese hombre que pasa frío. en la puerta de una iglesia o en una esquina cualquiera de una calle de la ciudad, está llamando a la sensibilidad de quienes pasan a su lado.
Es una realidad que se mantiene desde hace tiempo y que la has visto día tras día y puedes preguntarte y preguntar, a quienes corresponda, por qué esa gente pasa frío, hambre y otras necesidades básicas.
Es cierto que hay otros problemas que atender, al mismo tiempo, y que son importantes, pero nada hay comparable a la desdicha de un ser humano que no tiene ropa que ponerse para combatir el frío, ni un trabajo en el que ganar algo de dinero para dar de comer a los suyos; ¿o es que acaso esas personas no son dignas de consideración y de respeto?
No es justa esa actitud, a veces de orgullo personal y de disparate mental, que defiende otras cosas y olvida, o deja de lado, la atención, el cariño y el respeto que debe al que sufre porque no tiene nada de lo que es básico para, por lo menos, poder vivir sin tener frío ni hambre.
Son muchos, ciertamente, los problemas que existen en nuestro país y en el conjunto del mundo - que nos afectan en mayor o menor medida - que exigen atención para lograr la mejor solución posible, pero por encima de todo ello está la sensibilidad humana, tanto del que sufre como del que debe evitar ese sufrimiento.
¿A qué viene tanta ligereza en la falta de consideración a los valores humanos, a hacer de los seres humanos cultivadores y amantes de las debilidades humanas?
La solidaridad humana se está deshaciendo, empezando por la familia, a la que se trata mal y se la priva del deber fundamental de educar a sus hijos. ¿Por qué ese empeño en disminuir esa sensibilidad amorosa que nace y crece en el seno familiar?
Es necesaria la vuelta a la verdad de la sensibilidad humana; que no es debilidad sino fortaleza del ánimo y, en definitiva, calidad humana. No sólo hay un problema en la vida de cualquier persona, pero éste es fundamental.