Decía hace un par de días la ministra de Exteriores que “España no tiene responsabilidades en el Sahara Occidental” sin que se le cayera la cara de vergüenza por lo que estaba afirmando. No tantos años atrás, el otrora presidente Felipe González insistía en que su partido mantendría el apoyo hacia el Sahara hasta que los habitantes de esta consiguieran su total independencia respecto al reino de Marruecos. La propia ministra, sin irnos tan lejos, era una acérrima defensora de la integridad del Sahara hasta que ha asumido la nueva cartera que ostenta, o eso es lo que parece a priori.
Esforzándome en llegar a comprender esa ausencia de responsabilidades de la que habla la ministra puedo llegar, incluso, a entender dicha afirmación si nos ceñimos al mundo estrictamente político, puesto que es la mejor manera de no enfadar al temido, por Zapatero, territorio alauita y que las relaciones no se enfríen más de lo que desearía el Gobierno español. Sin embargo, habríamos de precisar entonces por qué se mantienen tropas en Afganistán o incluso la razón del apoyo casi sin condiciones a Palestina en su cruzada contra la beligerante Israel. Más allá de esto, si ahondamos en la cuestión, tendríamos ante nosotros una violación de los derechos humanos evidente, los mismos derechos defendidos a capa y espada por los socialistas, en especial los de nuestro país, autoerigidos en paladines de estos derechos. ¿Cómo se puede explicar que el Gobierno y la propia Trinidad Jiménez puedan dar la espalda al Sahara por la incoherente excusa de no tener responsabilidades políticas en la zona? ¿Qué responsabilidades se tienen en Afganistán y/o Palestina y cuáles no en el Sahara? ¿Qué es, entonces, la defensa de los derechos humanos sino una responsabilidad de todos y cada uno de los países que en su momento suscribieron los acuerdos originarios?
El Gobierno no se limita simplemente a echar el lastre fuera de la embarcación sino que además se atreve a alcanzar su singular punto álgido en esta vergonzosa actitud cuando se justifica en la inexistencia de fuentes de información veraces que detallen la situación del lugar en este momento. Absurda justificación ya que sí existen dichas fuentes, aunque los pocos periodistas que se han aventurado a entrar en el territorio tengan que lidiar con la censura impuesta en el lugar. Esta excusa no hace sino deshonrar al Gobierno y destrozar un poco más la lamentable imagen proyectada a los ciudadanos desde el comienzo de esta segunda legislatura consecutiva de Zapatero. Otro movimiento más para olvidar de los ya no tan santos socialistas españoles.