Esos términos, los de la transparencia y la claridad, acostumbran a formar parte del discurso de Juan Vivas. No hay momento que no aproveche para mencionarlos, completando esas marcas publicitarias del tipo ‘Ceuta tiene problemas pero no es un problema’ o la típica ‘Ceuta, pequeña, dulce y marinera’. Nos lo sabemos de memoria,cosa distinta es que nos lo creamos. Para que el presidente quiera ser transparente y claro debe demostrarlo con sus acciones y en todos los ámbitos de gestión que maneja. Y esto es algo que no admite excusas ni escapes. Y no piensen sólo en la resolución de algunos conflictos políticos, que puede llegar a ser excesivamente vaga. Y no me refiero al caso Gordillo, que no deja de ser el affaire de un ex cura de pueblo que debe encontrar el perdón en otros ámbitos. Tampoco al caso Rodríguez, en donde se ha optado por pasar de puntillas, facilitando una brillante intervención de Yolanda Bel para suplir otros contenidos. Hay más asuntos en los que debe existir un posicionamiento claro y una intervención contundente, más si cabe cuando el dinero de todos los ciudadanos está en juego. Ahí tienen por ejemplo el control de las subvenciones.
El Vivas gestor y populista debe controlar hasta el último euro, hasta la última entrega, hasta el último convenio, fijando el mismo rasero para todos. ¿Lo hace? Debe pues es su cometido, como, de igual forma lo es, interesarse por el dinero que gasta el Ayuntamiento y el que debe reingresarse en sus arcas, controlando que no lo haga en bolsillos ajenos. ¿Se imaginan a un mandamás permitiendo que otros engorden sus fortunas personales? Yo sí, pero me lo imagino sentadito ante el Fiscal relatando el porqué. Así ha ocurrido en esos paraísos fiscales que crearon los políticos que confundieron lo común con lo privado, y terminaron anhelando otros tiempos o paseándose de plató en plató para sufragar la ruina que les viene encima. Marbella es el vivo ejemplo.
El Vivas gestor y populista debe cuidarse mucho de controlar lo que hacen quienes están a su vera. No corren buenos tiempos ni para la poesía, ni para la lírica, ni para dejar pasar el tiempo mirando cómo bota la pelotita. Sobre todo porque su deber es sacarla fuera de juego si las cosas no están haciéndose correctamente. ¿Se están haciendo don Juan? Podemos jugar al fútbol para enterarnos.