Al secretario general del SUP, Andrés Carrera, se le calentó ayer el pico, y no vean de qué forma, al hablar de la inseguridad en el Príncipe. Sólo una frase: “La delincuencia está protegida por la inmensa mayoría de la barriada”, llegó a decir mi apreciado maño, con quien esta vez no comulgo. Porque el SUP no puede pretender que el vecino del barrio se transforme en policía denunciando lo que ve, porque para eso, lo primero, debe sentirse protegido. Y esa protección, hoy por hoy, no existe. Y no existe porque quien tiene que darla es la Policía y ya ven, ni ellos mismos consiguen aclararse a la hora de montar un dispositivo y terminan con los agentes lesionados, la barriada revuelta y el presunto delincuente fugado, con las esposas puestas. ¿Se cree Carrera que con lo que ha llovido un vecino del barrio va a bajar a la comisaría más cercana, la de Los Rosales, para contar con pelos y señales quien es quien mientras que los que hacen negocios en sus inmediaciones se quedan con el cante? Sería de locos echar la culpa de la inseguridad en el barrio al vecino de turno porque no se atreve a denunciar. Sabe Andrés que hace años lo que ahora sucede no pasaba, que incluso los guardias y policías subían al barrio en los mismos coches que los vecinos y que existía un canal de información bueno, con una unidad que se enteraba de lo que pasaba en el barrio y no precisamente cuando el herido entraba herido de bala en el Hospital.
Cargar las tintas contra el vecino es fácil, lo que no lo es tanto es analizar la labor que están desarrollando las fuerzas de seguridad. Pero ahí el SUP no se quiere meter, por eso no dice ni una sola palabra de cómo fue la actuación del pasado viernes o cómo está estructurada la seguridad en una ciudad en la que tenemos policías y guardias civiles de sobra. ¿Cuántas se ha denunciado que tras un altercado se ha prohibido a determinadas unidades policiales entrar en el barrio para localizar a los maleantes? Muchas, pero, curiosamente, eso no forma parte del discurso sindical. Maño, esta vez, no hacemos migas.