Lo hicimos, porque no sabíamos que era imposible”. En octubre de 1972, un avión que llevaba a un equipo de rugby uruguayo a Chile, sufre un accidente en la codillera de los Andes. Tras 72 días en unas condiciones imposibles para el ser humano, 16 supervivientes son rescatados. Al ser preguntados cómo habían logrado sobrevivir, uno de ellos responde: “Lo hicimos porque no sabíamos que era imposible”.
Esta frase puede ser una de las más adecuadas para definir, en una sola, el éxito de lo vivido en la mina de Chile que ha dado la vuelta al mundo, y ha captado la atención de todos. Incluida la de los principales líderes políticos, que deberían tomar buena nota. Sobre todo los nuestros.
Estamos acostumbrados a que los políticos se den patadas donde la espalda pierde su digno nombre, por aparecer en la foto tras un éxito, y lo eviten tras un fracaso. Pero, en este caso, es de justicia reconocer que el mérito de la culminación exitosa del rescate de los mineros hay que atribuírselo en su mayor parte al presidente de Chile Sebastián Piñera. Y, por tanto, tenía perfecto derecho a arrogarse el privilegio de aparecer el la primera foto junto a “los 33”.
Cuando se produce la tragedia en la mina a 700 metros de profundidad, no faltó quien le aconsejara más como mal político que como buen presidente y le recomendara apartarse de la primera línea de la noticia, ya que las posibilidades de que los mineros estuviesen vivos eran de menos del 1%. Debía cargar las tintas y desviar la atención sobre las deplorables condiciones de seguridad de una mina privada. Incluso después de recibir la ya histórica nota “estamos bien en el refugio los 33” a los 17 días del derrumbe, las probabilidades de rescate exitoso eran mínimas. Y, sin embargo, no cejó en el empeño. Tal y como hizo en su toma de posesión, en plena sucesión de terremotos, supo distinguir entre “lo importante” y “lo políticamente correcto”, desplazándose a la “zona cero” de la tragedia, y dejando “plantados” a los jefes de estado que asistían a su investidura.
En esta ocasión, desde el terreno en pleno desierto de Atacama, y como buen gestor, decidió recabar la ayuda de los mejores; Estados Unidos, Alemania, Australia, Canadá, China, y Austria, cada uno de estos países disponen de los expertos y la tecnología más avanzada en la industria minera mundial, así como de los especialistas más reputados en supervivencia en condiciones extremas. Y, no contento con ello, exigió no solamente un plan “A”, sino un plan “B”, e incluso un tercer plan “C” por si fallaban los dos anteriores. Al final tuvo éxito el plan “B”. No se dejó nada al azar.
La programación y el desarrollo del rescate rallaron la perfección, y los resultados a la vista están. Es lo que suele suceder cuando el que manda posee la altura de miras necesaria para rodearse de los mejores, cediéndoles la autoridad para que hagan lo que mejor saben hacer.
Porque dejó a un lado el riesgo de la pérdida de prestigio que le hubiera supuesto un fracaso; porque pensó antes en el riesgo cierto de la pérdida de vida de 33 seres humanos que en su carrera política; y porque se puso manos a la obra a pesar de que “sabía que era imposible”, por todo ello, sin duda, se ha ganado usted el derecho, presidente Piñera, a estar el la foto con “los 33”, y exclamar al mundo: “VIVA CHILE, MIERDA”.