La mafia se la ha jurado al Vasco. Le han amenazado con que iban a terminar con él si no retiraba las denuncias y así lo están haciendo, y por distintas vías: amenazando, atentando o intentando destruir su vía de financiación económica para que, sin dinero, se harte y deje de denunciar. Así funciona la mafia, con la ley del miedo, y así está intentando acabar con el Vasco. Ayer noche le calcinaron la carnicería Sukaina. Ya se la habían quemado en otras ocasiones a modo de aviso, pero ayer fueron a destrozarla por completo y lo consiguieron. El Vasco ha perdido su negocio. Ya no tiene nada, está completamente destrozado. Punto y final. “Ahora qué hago”, nos decía por teléfono. En esta historia la mafia sale ganando porque va varios kilómetros por delante de la Policía. Disparan antes de que lleguen los agentes y queman antes de que la Policía sospeche que lo vayan a hacer. Tienen que vigilar las concentraciones de Comisiones, se entiende que así baje su eficacia en el esclarecimiento de los delitos. Sobre todo en los que rodean al Vasco, porque todavía no han detenido a quien se encarga de mover los hilos para terminar con él. ¿Se imaginan cómo puede vivir esta persona, con su negocio destruido, media familia tiroteada y amenazada, con varios coches destrozados y con vigilancia policial ordenada por la juez porque si no se lo cargan? Si en el discurso oficial de la Policía se pedía colaboración ciudadana, mal camino lleva para obtenerla. El ejemplo está en el Vasco: ha denunciado, ha presentado decenas de denuncias en la Jefatura, ha colaborado con la Policía... y ahí lo tenemos. Como se descuide terminará entrando él en prisión mientras los capos siguen gozándola, sabiendo que son amos y señores del territorio. Como siempre lo han sido.
Don José tiene una auténtica bomba de relojería entre sus manos, si como delegado del Gobierno no actúa con contundencia puede estallarle. Los discursos complacientes no valen con el Vasco, ni las promesas de actuación porque la mafia no promete: actúa.