An este lugar del mundo, en el Indostaní, millones de seres humanos han visto truncadas sus posibilidades de seguir su periplo vital. La catástrofe mayor de los últimos ochenta años se está cebando con ellos en forma de inundaciones que ya afectan al 20% de su extenso territorio. Según la ONU, 17 millones de personas afectadas, sin vivienda, sin las mínimas condiciones de subsistencia, produciéndose movimientos grandiosos de población, que vagan en busca de una mínima seguridad en las alturas de su accidentado relieve.
La Comunidad internacional, según la ONU, UNICEF, ACNUR, FMI, está respondiendo tarde y mal, con un descontrol de los medios que llegan que nos está dejando en la más clara evidencia de las deficiencias, creo que involuntarias, del operativo establecido.
Y yo me pregunto, ¿cómo es posible que esto se produzca y se reproduzca tan escandalosamente? La representación mundial haciendo “aguas”, sobrepasada, sin control efectivo, mientras las mafias, los falsos intermediarios, las ONGS oportunas, desvirtúan el sentido y efecto de la urgente y tan prioritaria ayuda.
Se están produciendo nuevas amenazas de inundaciones, se expanden las enfermedades infecciosas, el bien más preciado aunque no lo parezca es el “agua potable”, cientos de miles de personas son deportadas por la fuerza del caos imperante y la lucha por la vida, en condiciones apocalípticas del presente cruel y descorazonador, que ataca a los humildes.
¿Justicia de los dioses o de la naturaleza que clama un SOS sostenido ante los desequilibrios del crecimiento insostenible? Porque llover, diluviar puede producirse, pero ¿tanto? Puede que sea otro llanto de Gea ante el desmadre de economías y sistemas que buscan el beneficio inmediato sin contar con ella, y no le pongo en duda a la Madre y sabia Naturaleza su derecho a avisarnos, temiendo por lo que queda por llegar si no hay una reacción en un tiempo que se nos escapa.
La nación con más musulmanes del mundo llora y sufre y no en silencio. No estamos tan lejos de esa realidad aunque algunos no la queramos ver o simplemente nos dejemos llevar por otros acontecimientos mas próximos y festivos, de satisfacción inmediata, y lo pasado o lo que pasa, pasado o pasa ante nuestra despreocupación o lamento de turno y al uso. ¡Qué mundo!
Denuncio el uso y abuso, la discriminación que están sintiendo las minorías cristianas e hindúes por parte de las mafias y las amenazas de los terroristas talibanes, los cuales tienen enormes dificultades para a acceder los cooperantes internacionales de opción multiconfesional, pues lo que se impone es “la ayuda al ser humano”, prevaleciendo la solidaridad y no el fanatismo de los incontrolados (y el gobierno oficial paquistaní es de dudosa connivencia) descerebrados.
Me siento orgulloso de que nuestro Gobierno local, por boca de su portavoz de Presidencia Sr. Barkani haya comunicado la ayuda aprobada de 40.000 euros, gestionada a través de la Agencia española de Cooperación para el Desarrollo (AECID) pues así demostramos nuestro espíritu solidario, y abiertos si cabe, a establecer partidas extraordinarias en función de la magnitud del desastre.
Lo peor queda por llegar, pues una vez se supere la primera fase de impacto, queda la reconstrucción, preparar una agricultura y ganadería destrozadas en un sector primario vital para estas nobles gentes, valorar y asegurar las infraestructuras de comunicación, vivienda, alimentación a grupos de riesgo, que se yo...
Cada vez coge más fuerza la necesidad de establecer un mecanismo de respuesta mundial solidaria ante estas catástrofes, de acción rápida, con capacidad de control, La ONU de momento no lo es o mucho ha de cambiar y hacer autocrítica para llegar a este loable fin.
El FMI (Fondo Monetario Internacional), no ha de estar sólo al servicio del gran capital, caben pues créditos y ayudas extraordinarias que les hagan recobrar la ansiada dignidad como pueblo, en estos momentos por el puro ¿azar?, destrozado.
Y Nusrat Fathet Alí Khan, esa voz prodigiosa, desde su “paraíso”, seguro que entonará con su qawwali y a veces sincronía occidental, el quejío agitanado de sus ancestros, sus sentimientos en pro de una causa justa: SOS Pakistán. ¡Qué no sean palabras, palabras a las que se lleva el calenturiento viento del mar o tierra! Es mi deseo a compartir en total, necesaria y participada igualdad.