Mi estimado amigo, D. Ramón Gavilán, consejero de Medio Ambiente de la Ciudad Autónoma, se va el verano y la Plaza Menéndez Pelayo continua sin el sombrajo del que hablamos casi a mediados del mes de Junio y en la misma Plaza. ¿Lo recuerda?.
Le dije que ya había escrito, el pasado años, de la necesidad de sombrear la parte alta de la zona de bancadas, colocando en ella unos cañizos para que las personas que allí se acomodan para descansar o pasear un rato conversando con algún familiar o amistad, evitaran la solanera que allí cae, sobre todo hasta bien entrada la tarde, respondiéndome usted, que, en lugar de cañizos, se instalaría, para mejor vistosidad, unos ramajos con florecillas muy vistosas.
Puede que se la haya olvidado debido, me consta, a las muchas obligaciones que tiene su Consejería y otros importantes cometidos o realizaciones, pero sea por lo que sea, el verano se va y la hermosa y vistosa Plaza continúa sin esa parte de sombra que necesita para que, como le digo, quienes allí se acomoden no terminen ‘tostados’ a causa de la solanera que cae sobre el lugar desde primeras horas de la mañana hasta bien entrada la tarde, y ya hasta casi finales de septiembre.
Se lo recuerdo, mi estimado D. Ramón, porque el jueves al pasar por la misma Plaza dos señoras amigas, sentadas en la parte sombreada, no muy amplia, me dijeron: “a ver si dice usted algo de esto en el periódico que escribe, lo que hoy cumplo como les prometí a Teresa y Amparo, ya entrada las dos en años.
Saludos cordiales, D. Ramón.
Socorrista de playa distraído
O, por lo que me cuentan quienes denuncian la actuación del vigilante, poco atento al cometido que debe realizar.
Una familia que tiene por costumbre acudir a la zona de playa de ‘La Hípica’ me comentaba que el jueves observaron, desde las cinco de la tarde a las siete, que el socorrista instalado en la torreta del citado lugar, anduvo distraído con unos amigos dialogando en la zona de playa en lugar de estar en su puesto de vigilancia para estar atento al cometido que tiene asignado, que no es otro que estar pendiente por si algún bañista precisara de su intervención en caso de encontrarse en apuros; e, incluso, gran parte del tiempo se lo pasó de espaldas a la mar en la que se encontraban varias personas, algunas de ellas menores, dándose un baño.
Me dice también el matrimonio que me informa de la actuación del citado vigilante, que de ello se percataron igualmente otras personas que se encontraban en la citada zona.
Tal como me lo cuentan, lo digo yo en estas líneas para que la persona o las personas responsables del citado e importante servicio vigilen el proceder del citado socorrista, para que cumpla debidamente con las obligaciones que tiene encomendadas. Por cierto, de bastante responsabilidad, porque en el más mínimo descuido que tenga puede estar en su distracción la vida de una persona.