Los políticos se lo guisan, los políticos se lo comen. Todo en la vida acaba siendo manejado por la puñetera política y aquellos que tienen la “suerte” de contar con un poco de poder gracias a ella. Algunos muy buenos, otros verdaderos inútiles. Hasta los premios dirigidos a personas que luchan por la convivencia y el bienestar de los ciudadanos, o aquellos que se crearon para premiar el esfuerzo por mejorar la calidad de vida de compañeros de viaje en este paso por la Tierra, se reparten entre políticos.
Es incomprensible que a un gobernante o a uno de sus subordinados le den un premio por hacer su trabajo, pero ocurre continuamente. Flores y más flores caídas del cielo para aquellos que ya cobran un buen suelo por hacer lo que tienen que hacer, lo que no tiene que ser reconocido como una heroicidad porque, simplemente, es su obligación. Para eso cobran y para eso les eligieron los ciudadanos con el voto, con el “aval” normalmente mentiroso de su programa electoral.
No hay derechas ni izquierdas en este reparto, ni siquiera centro. La tarta se corta en trozos que se reparten entre políticos, dejando las sobras para el resto de ciudadanos, asociaciones, plataformas, etc. Si hay un premio que reconozca el esfuerzo por la limpieza de la ciudad, la eliminación de la contaminación acústica, la lucha por el medio ambiente, la defensa de especies protegidas, la convivencia, la igualdad, etc. se le da al político de turno que, por suerte o por desgracia, maneja en ese momento el área administrativa correspondiente. Hay que joderse, con perdón. ¡Pero si ese es su trabajo! ¡Si ha hecho lo que tenía que hacer! ¡Si ha tenido la oportunidad de hacerlo porque los ciudadanos le hemos dado los medios con nuestro voto!
Cualquier reconocimiento, sea el que sea, debe dirigirse a personas y grupos que luchen por el bien común desde la escasez generalizada, aportando su tiempo libre, sin ánimo de lucro, dejándose el pellejo en el camino. Acordémonos de la Asociación contra el ruido, de Septen Nostra, de Mujeres Vecinales... bueno, de Mujeres Vecinales no sé si acordarme en este momento, porque cayeron en el mismo error, premiar a un político por hacer su trabajo.
Por esa regla de tres, deberíamos premiar a los policías por velar por nuestra seguridad, a los médicos por curarnos, a los maestros por enseñarnos y hasta al carnicero por hacer bien los pinchitos para la barbacoa.
Hasta aquí todo es moderadamente malo, lo peor llega cuando se hace público un listado de candidatos a un premio que lleva como nombre la preciosa y significativa palabra “Convivencia”. Entre esos candidatos, ante la sorpresa de muchos, aparece el ex lehendakari Ibarretxe. No sé si reir o llorar. Premio Convivencia para un político que caminó junto a los que jamás han condenado el terrorismo, que hizo lo imposible porque los etarras tuvieran representación parlamentaria, que luchó por las ayudas a los asesinos presos y sus familiares, etc. Esperemos que el jurado ni lo tenga en cuenta. Por cierto, ¿cuántos políticos hay en el jurado?.
Una situación como ésta se podría evitar si estuviera prohibido dar premios a ningún político, sea Juan Vivas o Ibarretxe, estén en un extremo o en el otro.
Si lo hacen bien, para eso les pagan. Si lo hacen bien, su premio será un nuevo voto de confianza en las urnas, con eso es más que suficiente.
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